Defensa Budista de la Libertad de Expresión
A la luz del Código Legal (Vinaya) del Derecho Budista o Ley Dhármica, el maestro espiritual analiza que únicamente las
leyes de la palabra recta y adecuada
pueden regular a la Libertad de Expresión del ser humano, pues la libertad de
pensamiento y habla constituyen la base misma de la libertad de acción plena que manifiesta todo Ser Libre e Iluminado
(Arhat-Bodhisattva). Esto significa que mientras que la expresión del sujeto
esté guiada por la rectitud y nunca por la violencia y la mentira contra otros
seres, el Estado tiene el deber de no-entorpecer
y hacer-nada (wu-wei) ante estas expresiones
libres. En el campo del Maitriyana, la Libertad de Expresión constituye la
principal fuerza contra la codicia, el odio y el engaño que promueven los
gobiernos y las empresas del mundo, denunciando las ilusiones y falsedades que
amenazan a la Paz y la Verdad. Siguiendo a Gautama, el maestro espiritual
señala que los criterios a considerar para determinar la posible restricción a
una expresión deben ser los que han sido desarrollados en el Derecho Budista
respecto de la violencia y la mentira, manifestando su confianza en la
prudencia de los Comités de ética y Tribunales tribales de la Comuna Espiritual (Sangha). Por lo
tanto, el Maitriyana considera como correcta las declaraciones, convenciones y
pactos sobre derechos humanos y derechos civiles, en el sentido de establecer
que los poderes legislativos y administrativos del Estado no pueden restringir
la Libertad de Expresión mientras que deseen mantener un Orden político
democrático. En este sentido, la Libertad de Expresión debe estar regulada por
los valores espirituales de la Justicia, la Ética y la Rectitud.
El Ser Libre e Iluminado
(Arhat-Bodhisattva) clarifica que la Libertad de Expresión y Pensamiento
constituyen la misma naturaleza
espiritual de la humanidad, siendo una de las principales virtudes de la
vida consciente. De este modo, la tradición del Derecho Budista no ignora que
la estructura fundamental de la existencia humana es la Libertad, al mismo
tiempo que acepta a la palabra recta y
el comportamiento adecuado como guías
disciplinarias de esa libertad, pues sin esta aplicación sublimadora el
aprendiz caería en el campo del libertinaje y la perversión. Cuando el sujeto abre sus ojos al Conocimiento Cumbre
(Satori), entonces acontece el Despertar (Bodhi) de la Verdad como una nueva
forma correcta de mirar la vida. Así, el corpus legal del Maitriyana reconoce
la diferencia fundamental entre Libertad y libertinaje, considerando que los
contenidos de la Libertad de Expresión y Pensamiento deben estar regulados por
los valores de la Verdad y la Ética, lo cual significa explícitamente que el
Estado no debe imponer normas para su regulación o restricción legal, pues
podría considerarse como conductas difamatorias, subversivas e ilegales toda
crítica al Poder del status quo e incluso también a la misma percepción de lo
Real. En efecto, la Verdad y la Ética conforman el Camino de la Rectitud de la
Espiritualidad, por lo que es el Derecho Budista el que tiene el Propósito
(Dharma) de señalar cómo la práctica contemplativa regula dos tipos de
restricciones a la Libertad de Expresión: la violencia y la mentira. Mientras
que el aprendiz se exprese siendo fiel a la Verdad, lo cual implica hablar
siempre con evidencias y nunca con prejuicios, al mismo tiempo que sea fiel a
la Rectitud, lo cual significa comportarse siempre pacíficamente y nunca hacer
daño a otros seres, entonces su conducta será legal desde la perspectiva del
Maitriyana. Sin embargo, el Derecho Budista –al igual que los derechos humanos-
puede ser considerado como una actividad subversiva y difamatoria desde el
punto de vista de un Estado carente de democracia y pluralismo jurídico,
incluso a pesar de que claramente la Ley
Dhármica que practica el Maitriyana carezca tanto de intención maliciosa como de peligro
claro y presente para otros. De este modo, la práctica y doctrina del
Derecho Budista se trata de un asunto de principios éticos y espirituales y no
un asunto establecido por el gobierno. En este sentido, el núcleo de los comités de ética y tribunales de consciencia que defiende el Maitriyana apunta a revelar
y enseñar la Verdad en lugar de simplemente limitarse a realizar condenas
morales, penales y monetarias, razón por la que se trata de un Contrapoder notablemente distinto a los
poderes administrativos y legislativos del sistema estatal que intentan controlar
o reprimir las libertades fundamentales de pensamiento y expresión.
Uno de los rasgos característicos
del Derecho Budista es que no rehúye de lo que debería ser la principal
indagación del Estado, que es preguntarse cuál
es el Propósito (Dharma) de la sociedad. Al respecto, la respuesta del
Maitriyana es coherente y explica en gran medida hacia dónde se dirige la
humanidad, pues se retrotrae a los fundamentos mismos de la vida, afirmando que
el Propósito (Dharma) del ser humano es la Liberación. En efecto, esto es la
Cura (Nirvana) de los males que reprimen a la Libertad Adecuada de Pensamiento y Expresión, preservando las
libertades intrínsecas de la naturaleza humana. Así, el Derecho Budista cumple
con aquello que debería ser el objetivo y deseo de todo gobierno: la defensa de
los derechos humanos de todo el pueblo. Un régimen gubernamental que ignora
estos derechos y libertades intrínsecas no hace más que regir a través de la
espada, oprimiendo y derramando sangre inocente para mantener su Poder
autoritario. Frente a la historia mundial caracterizada por la represión de la
Libertad de Expresión y Pensamiento, el Maitriyana enseña la vía hacia una
nueva etapa de liberación de la mente y la palabra. Por ello, los maestros
espirituales siguen un Código Legal (Vinaya) que no procura imitar los peores
sistemas jurídicos del pasado, sino que más bien inicia una experiencia utópica
histórica. El Derecho Budista se trata de una visión metapolítica radical que
intenta moldear una nueva concepción de civilización en una Tierra Pura. Esta tradición espiritual y
meta-intelectual no sólo se basa en Seres Libres e Iluminados
(Arhats-Bodhisattvas) como Gautama y Jesús, pues también concuerda con los
desarrollos filosóficos de Hobbes, Locke y Hume. Por lo tanto, el concepto
básico de Libertad que emerge de la tradición Maitriyana se refiere a la Libertad Plena de Pensamiento, Expresión y Acción,
exceptuando cuando esto implique el uso de la violencia y la mentira contra
otros seres. Esta visión de la Libertad alude a la ética del sujeto y no
contiene elemento regulador por parte del Estado, el cual únicamente tiene que sancionar
la agresión y el engaño. Así, existe una relación entre el Derecho Budista y el
Derecho Consuetudinario sobre agravios.
El Maitriyana no realiza
diferencia entre la Libertad de pensamiento, la Libertad de expresión y la Libertad
de acción, del mismo modo que no hay una diferencia esencial entre el
comportamiento agraviante de palabra con el comportamiento agraviante de acto,
como lo demuestra la conducta de la que emana una amenaza. Básicamente, la idea
del Derecho Budista afirma que el ser humano es por naturaleza libre de pensar,
decir y hacer lo que desee, siempre y cuando no emplee la violencia y la
mentira contra otros. Esta leve restricción
libertaria a la conducta y la expresión establece que el uso de la fuerza y
el engaño son totalmente ilegales, mientras que la crítica ética y la defensa
de la Verdad son expresiones absolutamente legales que no deben ser reprimidas
tanto por el Estado como por grupos y personas. De esta manera, las expresiones
del Maitriyana se encuentran enteramente protegidas por el Derecho Budista, el Derecho Consuetudinario y el Derecho
Internacional, pues su Libertad de Expresión no conlleva calumnias maliciosas y
amenazas de uso de la fuerza ni mucho menos comportamientos engañosos y
violentos. El Maitriyana dilucida claramente que la Libertad de expresarse
críticamente es notablemente distinta de la calumnia y la difamación, pues se
trata de un recurso metapolítico digno y necesario para la democracia y el
desarrollo. Al identificar claramente los tipos de expresiones que violan los deberes de la Libertad de Expresión, que
son la no-violencia y la veracidad, entonces se puede hacer respetar plenamente
los derechos de la Libertad de
Expresión. Por lo tanto, el Derecho Budista desalienta en todo momento el uso
del daño físico y verbal, evanesciendo esta mala
praxis de la Libertad. Este
remedio que provee el Maitriyana es la crítica constructiva, la enseñanza
espiritual y la guía ética como piezas centrales de una práctica adecuada de la
Libertad de Expresión, Pensamiento y Acción cuando es ejercida tanto en el
ámbito público como en el privado, especialmente cuando se critica o denuncia a
aquellos poderosos que se amparan en la impunidad y la ineficiencia del sistema
jurídico ordinario. Efectivamente, el Derecho Budista posee dos mil seiscientos
años de jurisprudencia consuetudinaria en resolución pacífica de las
controversias y conflictos, aunque su sistema legal pueda llegar a resultar
como una actividad subversiva frente
al status quo gubernamental. En los
comportamientos y dichos de los maestros espirituales no hay probabilidad, gravedad
e inmediatez del daño, por lo que sólo representan una amenaza para aquellos que
intentan ocultar la Verdad.
El porvenir de la Justicia en el
mundo parece algo incierto ante la mirada ordinaria del pueblo, en tanto que
los pobres y oprimidos padecen de sistemas jurídicos obsoletos y corruptos. Sin
embargo, el Maitriyana nunca se desespera ni descorazona, debido a que la Espiritualidad abre el Camino hacia
una forma jurídica auténtica que es tanto el futuro como el pasado del ser
humano. De hecho, uno de los grandes logros de las cortes de derechos humanos
durante el siglo XX ha sido decidir que las libertades fundamentales son
intrínsecas al ser humano, lo cual significa que son su naturaleza dhármica, demostrando que la visión libertaria de
Gautama era correcta. Aun cuando el Derecho Budista opera en los márgenes de la
civilización contemporánea, ciertamente supone una forma de proteger a los
pueblos, los valores espirituales y a la Verdad misma frente al caos y
confusión que reinan en los sistema jurídicos penales y civiles, donde no se
suele proteger o defender a aquellos que sufren ni tampoco se suele enseñar o
reeducar a aquellos que se equivocan.
La práctica y teoría jurídica del
Maitriyana es un equilibrio o Camino Medio entre los extremos de la sobreaplicación y subaplicación de la Ley,
siendo la aplicación adecuada de la
Justicia y la Rectitud, ayudando a las víctimas y simultáneamente enseñando a
los agresores. Esta máxima libertaria del Derecho Budista en el campo de la
Libertad de Expresión significa que el derecho a la Libertad de Expresión no
implica la protección de la violencia y la mentira, las cuales son acciones
condenables para todo individuo, grupo o Estado. Por lo tanto, el Maitriyana
considera que debe haber Libertad de Expresión para realizar críticas y
denuncias públicas siempre y cuando se tenga evidencia o prueba de que es
Verdad lo afirmado, pues de lo contrario no será más que una agresión,
difamación o mentira. Este deber
hacia la Verdad se entrelaza con el derecho
a la Libertad de Expresión, lo cual no sólo protege a los activistas de
derechos humanos que critican adecuadamente acciones ilegales sino que
simultáneamente también restringe a aquellos que incurren en la mera calumnia y
perjuicio contra otros. Este marco jurídico del Derecho Budista evanesce los
errores de la sobreaplicación y subaplicación
de las leyes, lo cual significa reducir al mínimo los extremos de la represión
y el libertinaje. En este sentido, una de las capacidades del tribunal ético del Maitriyana es
identificar el Camino Medio de la Justicia como cumplimiento adecuado o recto de la Ley, creando el marco
institucional correcto para defender el cumplimiento del derecho a la Libertad de Expresión al mismo tiempo que critica la
violación al deber de la Palabra
Recta. En efecto, el Derecho Budista establece que sin el derecho a la Libertad
de Expresión las minorías desaparecerán de la sociedad, de forma violenta o
silenciosa, pues el Poder siempre está a favor de la asimilación y la
normalización, intentando suprimir las diferencias y las críticas que son
esenciales para la vida democrática de los pueblos. Esto demuestra el motivo
por el que la Libertad de Expresión genera un límite a los excesos del Poder
político, no implicando una mera práctica intelectual sino más bien una acción
libertaria. El Maitriyana trasciende las meras discusiones políticas del
momento para ir hacia el redescubrimiento de la intención originaria o Propósito (Dharma) de la Justicia, el cual
nunca es sostener los velos del status quo sino más bien emplear recursos para
identificar y transmitir la Verdad. En definitiva, el Derecho Budista demuestra
que la Justicia Verdadera no es la sanción y la condena, sino el aprendizaje y
la reconciliación (maitri), transcurriendo por el Camino de la utopía sabia y
la esperanza compasiva que conduce al Gran Despertar (Maha Bodhi) de la
humanidad. Así, el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) considera que todo
conflicto es siempre una oportunidad para volver hacer resaltar la importancia
del remedio o Cura (Nirvana) para el sufrimiento de los pueblos. Como las
estructuras básicas de la ley convencional son estructuralmente estereotipadas,
burócratas e insensibles como para poder ayudar al pueblo con acciones
judiciales inteligentes, la teoría y práctica legal del Maitriyana es
profundamente importante, permitiendo que la Justicia resuelva los dilemas que
dividen a la humanidad, muchos de los cuales son creados por los gobiernos. El
Derecho Budista demuestra cómo es posible ser la encarnación de la Bondad, la
Ley y la Rectitud, por lo que inserta una dosis de activismo judicial en los pueblos de todo el mundo para que
alcancen la Libertad, Igualdad y Fraternidad.
En el Maitriyana se propone una
consideración de la Libertad de Expresión como una parte esencial de la
naturaleza social humana y sus valores éticos, en lugar de considerarla como
una práctica regulada por leyes creadas artificialmente. La Libertad de
Expresión es un derecho humano fundamental, siendo indispensable para el
desarrollo tanto del psiquismo como de la sociedad, dado que afecta las
expresiones verbales, artísticas, científicas, periodísticas, jurídicas,
políticas, educativas y filosóficas, entre otras. Así, el Estado tiene el deber
de garantizar la Libertad de Expresión del aprendiz en todas las esferas de la
existencia, tanto frente a instituciones gubernamentales como ante
instituciones privadas. El sujeto debe ejercer este derecho a tener sus propias
opiniones, a investigar informaciones, a disfrutar de la autonomía
universitaria, a buscar la Verdad, y a difundir libremente las ideas. Por lo
tanto, los principales derechos humanos son imposibles de cumplir sin
garantizar el derecho a la Libertad de Expresión. El reconocimiento de estas
libertades sociales es garantizado por el Derecho Budista, el cual es un
sistema milenario originado en las convicciones y costumbres de la Comuna
espiritual (Sangha). La Libertad de Expresión emana del interior del pueblo
búdico, ya que es el resultado de su meditación libertaria y su identidad
cultural. Desde el Maitriyana se desprende el ordenamiento jurídico que dispone
los derechos y deberes de la Libertad de Expresión, lo cual significa que el
maestro espiritual enseña las vías y los límites para la expresión adecuada de
la Liberación.
El Derecho Budista ha establecido
un camino milenario regido por el principio de la progresividad de los derechos
humanos, lo cual es uno de los pilares de la justicia internacional,
reconociendo y garantizando las libertades fundamentales dentro de la Comuna
espiritual (Sangha) para luego mejorar y extender estos valores a toda la sociedad.
Así, el fundamento de la Libertad de Expresión se encuentra en el legado del
pasado, gracias al movimiento creado por Gautama, pero también es producto del
cambio de paradigma contemporáneo que inicia el Maitriyana, el cual considera el
Despertar (Bodhi) como el punto de origen para la humanidad evolucionada y la
civilización libertaria, las cuales son una limitación intrínseca al Poder
mundano. En efecto, la gran fuerza del Derecho Budista no radica en su
aplicabilidad material sino en su ejemplo ético y guía espiritual para los
pueblos, denunciando los abusos del Estado para poder crear un mundo mejor. Por
ello, en la corriente jurídica del Maitriyana se identifica claramente que el
Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) es alguien que no cede su facultad de autodeterminación normativa al
Estado. Esto significa que el maestro espiritual no se somete al pacto social del Estado, pues ya ha dado
su compromiso y espíritu de vida a la Comuna (Sangha), cuyas características
son superiores a las del Estado: posee una racionalidad intuitiva y privilegia
la Libertad del aprendiz. Si bien el sujeto no debe ejercer la violencia o uso
de la fuerza, el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) no reconoce que el
Estado tenga el monopolio exclusivo de la Ley, lo cual es una actitud que
evanesce el contrato social al
mostrarlo como una ilusión.
En consecuencia, el Derecho
Budista establece que el ser humano tiene Libertad de Expresión, Pensamiento y
Acción hasta los límites que establezca la ética del Camino Medio y no las
leyes estatales que suelen violar las libertades y los derechos fundamentales. Lo
revolucionario de esta tesis del Maitriyana es que entiende al maestro
espiritual como alguien por encima del
pacto social, pues ciertamente puede
sustraerse o desapegarse de este modelo estatal creado por el Poder e Imperio
Estatal, cuyas leyes artificiales y contingentes suelen reprimir la posibilidad
para que toda la sociedad acceda a la Cura (Nirvana) del sufrimiento. Según el
Derecho Budista, el Estado es una fuerza sumamente poderosa pero éticamente
inapropiada, siendo un sistema represor de los derechos y las libertades de la
humanidad. En cambio, el Maitriyana es la
máxima representación de la cultura mundial, por lo que tiende naturalmente
a su protección, respondiendo a intereses comunitarios y supremos que tienen
como resultado un Camino histórico y legitimado por la capacidad de hacer
cumplir los derechos y deberes necesarios para la Salvación y Evolución de la
vida humana. Ciertamente, el Derecho Budista tiene una expresión contemporánea,
aunque sus ideas más esenciales se han gestado hace dos mil seiscientos años en
la Antigua India, cuando el Discurso Analítico-Existencial-Libertario
(Buddha-Dharma-Sangha) de la Espiritualidad desarrolló una corriente jurídica
radical, sintetizando los mejores saberes políticos, económicos, culturales y
medioambientales para poder afirmar que en la Espiritualidad existen valoraciones supralegales que van más
allá de la voluntad del Estado y su Derecho penal o civil. De este modo, el
Maitriyana se posiciona como una vía de Justicia
Superior, ampliando y transformando el campo de lo jurídico para ir más
allá de las leyes gubernamentales, para aproximar el aprendiz a las enseñanzas
éticas y solemnes de los grandes Seres Libres e Iluminados
(Arhats-Bodhisattvas) de la historia. Este conocimiento perenne o sabiduría
compasiva (prajña-karuna) del Derecho Budista elabora un sistema jurídico sano,
recto y adecuado, resaltando en todo momento y lugar los derechos y las
libertades fundamentales, los cuales no deben ser respetadas únicamente en la
medida en que estén determinados en el Derecho estatal, pues existen una gran
cantidad de derechos que existen e indudablemente no son reconocidos por el
sistema jurídico ordinario.
El sistema jurídico especial que
es enseñado por el Maitriyana es un conjunto de principios que son acordes con
la naturaleza dhármica del ser
humano, la cual es inmutable y atemporal, motivo por el cual el Derecho Budista
tiene validez universal. Sin embargo, también se trata de un sistema viviente,
por lo que aprende y evoluciona a medida que transcurren los eventos, pero
siempre navegando por el Camino de la Ética y la Rectitud. Por ello, los
principios de la Ley Dhármica son
superiores al Derecho positivo estatal, siendo tanto su límite como su Fundamento Dinámico Vacío. Así, el
Maitriyana reconoce como válido a
todo sistema legal que se derive de esta naturaleza
espiritual o dhármica presente en el corazón y mente de la humanidad,
mientras que indefectiblemente será inválido
todo sistema jurídico que reprima a la ética, los derechos humanos y las
libertades fundamentales. Estos valores del Derecho Budista trascienden a las
normas de la sociedad y el Estado, estando fundamentados en la naturaleza dhármica del ser humano que
es histórica y ontológicamente anterior a todo sistema jurídico. Por esta razón
ninguna norma legal y estatal debe ir en contra de la Espiritualidad, de la
cual se deducen los derechos espirituales
como prerrogativas superiores al gobierno y Estado, por lo que ningún Poder
político, económico y cultural tiene legitimidad para anular el Derecho Natural del Maitriyana. Así, el
Derecho Budista establece que el Estado no puede ir en contra de la Libertad de
Expresión, Pensamiento y Acción, cuya razón es perenne mientras que la del Estado es transitoria. El maestro
espiritual, al presumir de defender a los derechos
naturales y espirituales, tiene legitimidad para criticar al sistema
jurídico estatal que violenta los derechos humanos y las libertades
fundamentales. Cuando el Derecho estatal ignora estos valores y principios -que
son defendidos por el Maitriyana- en realidad está negando su propia esencia
fundacional. La historia y desarrollo del Derecho Budista constituye un eterno
redescubrimiento de la naturaleza humana
como libre, iluminada y solidaria, siendo la fuente de perfección y evolución
de los derechos humanos y derechos espirituales. En este sentido, la
metapolítica jurídica del Maitriyana estudia constantemente al Derecho Natural que subyace y está más
allá del Derecho Estatal. Incluso aunque puedan existir múltiples versiones
sobre qué es esa naturaleza humana,
ciertamente es innegable su existencia como fuente de Propósito (Dharma), razón,
ética y Despertar (Bodhi). Por ello, a partir del conocimiento cumbre (satori)
de esta naturaleza racional y socialista
del ser humano es que el sujeto puede comprender que la Libertad de Expresión
constituye el aspecto más sagrado y natural de la vida humana, con lo cual
el Derecho estatal debería asegurarse de proteger y no-contradecir a estos
valores naturales y tribales del Derecho Budista, desarrollando y
desenvolviendo a los derechos Humanos y derechos Espirituales.
Por otra parte, aunque la
Libertad de Expresión es un derecho humano supremo, totalmente basado en la
naturaleza racional y espiritual del ser humano, esto no implica que sea
ilimitado, pues los derechos también conllevan deberes. Esto implica que el
Maitriyana no abusa de la trascendencia de su defensa de la Libertad de
Expresión, instaurando que el límite correctivo a toda expresión, pensamiento y
acción debe ser el respeto a la misma naturaleza
libre e iluminada de la humanidad. Así, no se trata de un concepto
abstracto, sino que la Libertad de Expresión debe manifestarse respetuosamente,
no defendiendo a la violencia ni tampoco incurriendo en insultos que ataquen la
dignidad y el honor intrínseco de los demás. No obstante, las críticas veraces
junto con el sentido del humor no necesariamente implican incurrir en irrespetar
o ignorar el valor del prójimo, pues estos recursos son esencialmente una
expresión de la naturaleza dhármica,
siendo fundamental para el arte, la razón y el análisis crítico de la realidad.
El Derecho Budista establece que el derecho a la Libertad de Expresión debe
estar siempre en sintonía con el derecho a la Información y la Verdad, por lo
que es imperativo que las expresiones no fomenten el engaño, la mentira y el
fraude, estando respaldadas por la realidad. Esto respeta plenamente el derecho
de los demás a recibir informaciones fidedignas sin necesariamente restringir
el derecho a la opinión, en tanto simplemente se requiere que las mismas no
dañen la integridad de los demás teniendo un mínimo de asidero en la Verdad. También,
el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) enseña que la Libertad de
Expresión debe respetar el derecho a la intimidad, el derecho a la igualdad y
no-discriminación, el derecho a la seguridad social y el derecho a la
fraternidad, entre otros.
El orden jurídico del Maitriyana
es la máxima protección a los valores éticos, estéticos y espirituales de la
humanidad, por lo que prohíbe rotundamente a expresiones contrarias a los
valores, como la apología del delito y la guerra, el narcotráfico, la
prostitución, la violencia, la corrupción, el odio y el racismo. En este
sentido, el Derecho Budista advierte sobre la situación grave que padece la
civilización contemporánea, debido a que la mayoría de los gobiernos,
religiones y medios de comunicación masiva están profundamente contaminados de
ideas engañosas y violentas que corroen los derechos humanos, haciendo un mal
uso de la Libertad de Expresión para socavar las bases sagradas del ser humano
que supuestamente deben respetar y defender. Además, los gobiernos y las
empresas comunicacionales suelen formar alianzas para controlar el monopolio de
la palabra, reprimiendo a aquellos que desafían el status quo. El Maitriyana
considera que la Libertad de Expresión debe estar regida por el autocontrol y la Sublimación (Nirodh),
en lugar de dejar al Estado o al sector privado la potestad para controlar las
libertades fundamentales. Incluso aunque este hecho pueda estar jurídicamente
legitimado por el Estado, ciertamente es algo éticamente injustificado a la luz del Derecho Budista. Sin embargo,
cuando el maestro espiritual enseña el arte del autocontrol como mecanismo para encauzar la Libertad de Expresión
no está haciendo referencia a la autocensura
fundada en el miedo, sino que más bien se refiere a la actitud de responsabilidad
ética de elegir cuál es la forma más adecuada
y correcta de expresarse. Mientras
que la autocensura reprime la Libertad de Expresión, Pensamiento y Acción, en
cambio, el autocontrol desarrolla la autorrealización del ser-en-el-humano,
siendo un mecanismo que proviene de la naturaleza
dhármica como punto de origen de los derechos
y deberes humanos.
El derecho a la Libertad de
Expresión evoluciona con el desarrollo de la contracultura del Maitriyana, el
cual es un movimiento que sintetiza el pensamiento de Oriente y Occidente. Durante
dos mil seiscientos años el Derecho Budista ha sido la única disciplina que ha
formulado una teoría y práctica de los derechos humanos sobre la base del
reconocimiento de la naturaleza dhármica
como una dignidad y libertad intrínseca. Sin embargo, los gobiernos y
religiones de la historia han permitido violaciones flagrantes a estos derechos
fundamentales, participando o siendo cómplices de terribles crímenes contra la
humanidad. En concordancia con Gautama, la metapolítica del Maitriyana promueve
y defiende la Libertad de Expresión, Pensamiento y Acción, exaltando las ideas
y prácticas de la Verdad y la Justicia para hacer más recta y noble a la
humanidad. Durante dos mil seiscientos años en el Derecho Budista ha existido
un progreso en la lucha por las libertades fundamentales, pues incluso en
épocas de guerra, persecución y opresión los Seres Libres e Iluminados
(Arhats-Bodhisattvas) han continuado transmitiendo la necesidad de estos
valores libertarios, defendiéndolos con todas sus fuerzas hasta el punto de
estar dispuestos a sacrificar su propia vida por la protección de las
libertades fundamentales. En efecto, el Maitriyana es un movimiento libertador
que continúa con este legado de defensa de la dignidad y Cura (Nirvana) del ser
humano, enseñando una milenaria vía hacia la tolerancia e interexistencia de
todos los pueblos. Por ello, es en el Derecho Budista donde originariamente se
consagra de forma directa y jurídica el derecho espiritual a la Expresión Adecuada, estableciendo que la
crítica y la transmisión de información nunca deben ser restringidas por el
gobierno y Estado. En consecuencia, la Declaración
Universal de Derechos Espirituales redactada por el Maitriyana presenta a
la Libertad de Expresión como un derecho evidente y esencial, tan importante
como el derecho a la vida saludable y a la búsqueda de la Cura (Nirvana). Según
el Derecho Budista, brindar al aprendiz la Libertad de Expresión y Transmisión
de ideas y pensamientos psicológicos, filosóficos, científicos, políticos y
teológicos es la base misma para la libertad social, la cual es un Camino que
suele ser reprimido y censurado por los gobiernos despóticos. En cambio, el
Maitriyana reconoce magníficamente que la finalidad de la sociedad debe ser la
protección perenne de los derechos
naturales y espirituales de la humanidad, defendiendo los derechos humanos
a la Libertad, a la Paz, a la expresión plena sin censuras y a la resistencia
civil ante la opresión. El aspecto importante del Derecho Budista es que
considera que la Libertad de Expresión no debe ser limitada por el gobierno y
Estado, pues éstos sólo deben criticar los abusos y violaciones a este derecho
sagrado. La responsabilidad para hacer un ejercicio correcto y adecuado del
derecho y deber a la Libertad de Expresión es principalmente un asunto
individual y espiritual, pero nunca un asunto de sanción Estatal.
Al proclamar una defensa
política-jurídica de la Libertad de Expresión, el Maitriyana enfrenta crisis y
enfrentamientos tanto con el Poder gubernamental autoritario como con el Poder
empresarial capitalista, pues el despótico status quo siempre se empecina por
esconder la realidad incluso aunque el desarrollo tecnológico hace muy
complicado reprimir el derecho a la Libertad de Expresión. La historia de la
Comuna espiritual (Sangha) y la evolución del Derecho Budista han sido una guía
para el sujeto que enfrenta pacíficamente a los regímenes tiránicos y
totalitarios, enseñando la Libertad de Expresión y los derechos humanos como
encarnaciones de la naturaleza dhármica
del ser humano. Frente a sucesos atroces y estremecedores que han realizado los
gobiernos y las religiones, el Maitriyana busca la concientización y el
Despertar (Bodhi) de los pueblos para evitar la repetición (karma) de los
crímenes de guerra, genocidios, limpiezas étnicas, crímenes contra la humanidad
y ecocidios que han sucedido en el pasado.
El Derecho Budista no crea a los derechos naturales, los derechos humanos
y los derechos espirituales, sino que
más bien es un acto de reconocimiento de los mismos, desarrollando un
instrumento jurídico internacional de notable importancia: los Comités de Ética y los Tribunales de Consciencia. Este orden
jurídico tribal que implementa el Maitriyana es decisivo para lograr que se
cumpla el derecho del aprendiz a la Libertad de Expresión y Pensamiento,
permitiendo al sujeto que sus acciones de investigación, recepción y difusión
de información no sean molestadas ni interferidas. En el ejercicio y disfrute
de este derecho a la Libertad de Expresión, todo aprendiz deberá seguir los
límites de la no-violencia y la no-mentira para asegurar el respeto pleno de
los derechos y libertades de los demás, satisfaciendo las exigencias justas de
la ética, el orden social y el bienestar democrático de la civilización. En
este sentido, al igual que el Derecho Internacional, el Derecho Budista afirma
que el Estado no tiene legitimidad alguna para suprimir la Libertad de
Expresión proclamada globalmente.
A pesar de que los sutras de
Gautama y Jesús, junto con los instrumentos internacionales de derechos
humanos, son los textos más preciados de la humanidad, es necesario realizar
constantes mejoras y extensiones para propiciar transformaciones sociales a lo
largo del mundo. Por este motivo, el Maitriyana establece ampliamente un sistema
jurídico revolucionario de defensa ética de la Libertad de Expresión,
Pensamiento y Acción para todo sujeto, siempre y cuando exista respeto y
no-violencia a través del compromiso con la Verdad, el Bien, la Paz y la
Democracia. Evidentemente, el Derecho Budista excede el campo de lo político y
lo religioso, constituyéndose como un paradigma de activismo metajudicial. Aunque es cierto que este
sistema jurídico del Maitriyana es susceptible de generar resquemores y ser
acusado de ilegítimo por parte de los poderes convencionales del Estado,
ciertamente el origen del Derecho Budista es tanto el Derecho Natural como también el Derecho
Tribal reconocido ampliamente por instrumentos internacionales de derechos
humanos, logrando una efectividad y pureza ética que no se encuentra presente
en el Derecho Estatal. Además, el Maitriyana hace explícito su compromiso con
la Verdad y el Aprendizaje, en lugar de buscar condenas de prisión o sanciones
monetarias, haciendo prevalecer la sabiduría compasiva (prajña-karuna) por
encima de las normas penales y civiles. En este sentido, en caso de que el
Derecho Budista reciba censura y violación al derecho a expresar libremente sus
pensamientos, ideas y opiniones por cualquier medio de comunicación y difusión,
entonces esto puede ser considerado como un acto discriminatorio y un crimen
internacional que promueve la intolerancia hacia un movimiento milenario de
Espiritualidad. Mientras exista información veraz, responsabilidad y compromiso
con la Verdad, todo aprendiz debe poder expresar libremente su visión ética sin
sufrir ataques de los sectores estatales o privados, disfrutando de su derecho
humano a recibir y transmitir informaciones oportunas, creíbles e imparciales
sin molestia ni censura alguna. Aunque las principales Declaraciones, Pactos y
Convenios a nivel internacional prohíben los ataques a la Libertad de
Expresión, no obstante, estos lamentables sucesos ocurren reiteradamente,
demostrando que los vastos instrumentos jurídicos que supuestamente protegen
los derechos humanos y la Libertad de Expresión no funcionan adecuadamente, ya
que los Estados, las empresas y las religiones convierten en letras muertas a todos los documentos
jurídicos internacionales. Frente a esta cultura
planetaria de impunidad, el Maitriyana emerge como un sistema de respeto de
la naturaleza dhármica del ser
humano, luchando pacíficamente contra los regímenes del Poder mundano que
vulneran los derechos humanos de todos los pueblos.
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