Caso n° 20/2016: Organización
de las Naciones Unidas (ONU) & Secretario General Ban Ki-moon
SENTENCIA ÉTICA
Estimada Fiscal, Defensor Público, Embajador y
Miembros del Jurado del Comité Internacional
de Ética Budista (CIEB) y Tribunal
Budista de Derechos Humanos (TBDH), respecto del caso contra la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), por medio de la presente, en el día 21 de Enero de 2017,
se deja constancia de que se ha concluido el Caso 20-2016 del Tribunal Budista
para analizar la violación a los Derechos Humanos realizada por el acusado.
Este caso ha sido llevado a cabo como consecuencia de casos previos, no sólo
por las actas de repudio internacional realizadas contra las candidaturas de
Susana Malcorra e Irina Bokova al puesto de Secretaria General de la ONU,
sino también por haber demostrado en el Caso
18-2016 State Sangha Maha Nayaka Committee que la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) no previno ni sancionó el genocidio
ocurrido en Myanmar.
Luego del análisis de la presentación del caso y la
validación de la enorme cantidad de pruebas, se ha procedido con la votación de
7 miembros del Jurado, uno votando por Inocente, mientras que los otros
seis todos han sentenciado como “Responsable”
a la ONU
por los graves delitos de GENOCIDIO, CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD,
CRÍMENES DE GUERRA, CORRUPCIÓN Y VIOLACIÓN
DEL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS.
Las acciones de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) y su Secretario General Ban Ki-moon han producido un
enorme daño contra la paz mundial, especialmente contra los pueblos más pobres
y oprimidos del mundo, como son el caso de Irak, Haití y Congo. Tal como han
demostrado las sorprendentes evidencias, detrás de una imagen de benevolencia y
humanitarismo que emana la ONU en realidad se encuentra una
organización criminal internacional que de forma sistemática y generalizada ha cometido los más terribles crímenes y
violaciones de los derechos humanos, tales como corrupción, encubrimiento, abuso
sexual de niños, violación de mujeres, explotación sexual, tráfico de personas,
homicidio culposo, asesinatos masivos e incluso genocidio. Estos monstruosos
crímenes se han mantenido en total impunidad debido al autoritarismo,
corrupción, belicismo y antidemocracia que caracteriza a la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), violando cotidianamente el derecho humano
a la justicia de millones de personas de todo el mundo por medio de una
supuesta inmunidad jurídica que posee dicha organización. Sin embargo, el uso
de la inmunidad diplomática sólo abarca acciones relacionadas con el ejercicio
de sus funciones y no crímenes de guerra ni tampoco crímenes de lesa humanidad
y genocidio. En efecto, la inmunidad no abarca violaciones a los preceptos del
Derecho Internacional Humanitario, por lo que la impunidad que ejerce la ONU
es hipócrita e ilegal, violando tanto los derechos humanos como a la misma
Carta fundacional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
al no brindar remedio ni protección física o psicológica a las víctimas, rehusándose
a investigar, condenar y compensar por los delitos cometidos. Estos terribles
crímenes no son hechos individuales ni actos aislados cometidos por pocos
funcionarios o soldados de la ONU, pues no sólo es un
comportamiento delictivo extendido y sistemático que se produce en todos los países
donde está la organización, sino que además es un comportamiento institucional que
de forma estructural y constante es encubierto por los más altos comandantes de
la Organización
de las Naciones Unidas (ONU). A pesar de que los tribunales
internacionales decidan no intervenir, estas violaciones a los derechos humanos
son crímenes contra la humanidad,
evidenciando la falta de legitimidad y fuerza moral que posee la ONU,
la cual ha desarrollando un discurso o relato
de cultura de paz, mientras que en la
práctica o realidad ha desarrollado una cultura
de impunidad que coloca a esta organización por encima de la Ley,
silenciando a las víctimas y persiguiendo a los informantes que denuncian estos
hechos aberrantes. El encubrimiento sistemático y generalizado de abusos
sexuales de niños es una conspiración criminal para encubrir crímenes de lesa humanidad, siendo una
traición a la misión y Propósito fundacionales de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), la cual antiguamente buscaba proteger a la población. Frente
a hechos tan escandalosos como miles de abusos de niñas en Liberia, la ONU
suele mostrar falta de arrepentimiento y responsabilidad, realizando encubrimientos maquiavélicos como los
que realizó Susana Malcorra como asistente del Secretario General Ban Ki-moon,
quien la ha respaldado en su candidatura al más alto puesto de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), demostrando que el encubrimiento de crímenes de lesa humanidad es una acción recompensada dentro de la ONU. En consecuencia, los
encubrimientos de violaciones a los derechos humanos que realiza la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) no son errores de unos pocos funcionarios,
sino que forman parte de un patrón sistemático dentro de toda la organización,
la cual castiga a los denunciantes de delitos mientras que premia a los
corruptos y violadores disfrazados de humanitarios. Ahora bien, frente a la
hipótesis de que la ONU realiza estos encubrimientos sistemáticos por cuestiones de
imagen, en realidad los hechos demuestran que encubre los abusos sexuales y las
violaciones de mujeres porque estos delitos forman parte de un esquema de mafia
internacional o crimen organizado transnacional, pues se ha demostrado que en
los países donde interviene el ejército de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) se crean redes de tráfico de personas, como es el caso de
Haití, Bosnia y Sierra Leona, pervirtiendo a miles de niños y mujeres por medio
de abusos sexuales generalizados –en los que suelen intercambiar sexo por
comida- con el fin de pervertirlos y reclutarlos para su red de tráfico y
esclavitud sexual. Estas violaciones a los derechos del niño y de la mujer que
realiza la ONU son tan sistemáticas y extendidas que incluso se realizan
secuestros y venta de seres humanos a nivel mundial. De este modo, la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) no es una institución humanitaria
internacional, sino más bien una mafia global que se disfraza de humanitarismo.
Ex funcionarios de la organización, tanto Anders Kompass y Kathryn Bolkovac,
quienes respectivamente denunciaron los abusos sexuales en el Congo y el
tráfico de personas en Bosnia, pudieron percibir qué es realmente la ONU.
En efecto, el tráfico de miles de personas es una industria que reditúa
billones de dólares por año, siendo este crimen transnacional el verdadero
móvil o motivo de los encubrimientos que realizan los funcionarios de Organización
de las Naciones Unidas (ONU) con respecto a violaciones extendidas y
sistemáticas de los derechos humanos. Obviamente, para mantener las apariencias
de bondad, la ONU suele ser liderada por secretarios generales que saben sonreír
muy bien mientras mantienen un status quo
de corrupción e impunidad sin precedentes ante miles de violaciones de niños y
mujeres, lo cual destruye la búsqueda de los derechos humanos, la ley
internacional y la democracia. De hecho, la definición de genocidio también incluye a la
lesión grave contra la integridad física o psíquica de un grupo, lo cual
sucede irrefutablemente en casos de violaciones y abusos sexuales de mujeres y
niños que ocurren de forma sistemática y generalizada, especialmente en el
contexto de un marco de tráfico de personas que busca pervertir o destruir parcial o totalmente su estilo
de vida.
Concordantemente, el Tribunal Budista de Derechos Humanos confirma que esta impunidad
sistemática y generalizada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
no sólo se ha mantenido en casos de abusos sexuales y tráfico de personas, sino
que también ha ocurrido en casos de homicidios masivos, traicionando nuevamente
a los Derechos Humanos y la Ley Internacional. En este sentido, la ONU constituye
un claro ejemplo de impunidad masiva, pues la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) es responsable del homicidio culposo de más de diez mil
personas y cien mil enfermos en Haití, violando el derecho humano a la vida, a
la salud y al agua al introducir el cólera dentro del país. Sin embargo, la ONU se
rehusó a brindar algún tipo de indemnización a las víctimas, alegando inmunidad
de una forma hipócrita y antidemocrática que viola los derechos de las víctimas
a un remedio efectivo, a la reparación legal y a la Verdad. La Organización
de las Naciones Unidas (ONU) rehusó responsabilizarse y compensar al
responder que posee inmunidad, violando los derechos humanos y el imperio de la
Ley debido a que la inmunidad no es sinónimo de impunidad, pues está legalmente
obligada a ofrecer un medio alternativo de justicia, lo cual nunca ha sucedido.
Al mismo tiempo, la ONU no sólo ha violado el derecho a la justicia que poseen las
víctimas, sino que también ha disparado armas de fuego contra protestas de
haitianos, lo cual viola todos los principios del humanitarismo, evidenciando
que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) carece de ética y
credibilidad al momento de cumplir con los derechos humanos, motivo por el que
debe ser supervisada por tradiciones como la Espiritualidad Budista y su
Propósito (Dharma) de salvar al mundo por medio de la creación de una
civilización sabia y compasiva. Al mismo tiempo, la ONU ha realizado
asesinatos y ejecuciones ilegales en masa tanto en Haití como en República
Centroafricana, intentando además encubrir estos graves crímenes. En Haití la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) también ha apoyado un golpe de Estado,
silenciando violentamente a los opositores políticos de un modo que ha incluido
matanzas de niños en el marco de raids
donde se masacraron varias docenas de civiles desarmados, realizando una
ocupación militar ni independiente ni neutral. En República Centroafricana la ONU
ha realizado desapariciones y asesinatos masivos en nada menos que fosas comunes, mientras que en el Congo
ha realizado de forma sistemática y generalizada los delitos más graves, como
tortura, trabajo y desplazamiento forzoso, violaciones y asesinatos masivos de
mujeres y niños. En Somalia la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
ha asesinado a decenas de civiles, también realizando torturas, violaciones de
mujeres, pedofilia, tráfico de armas e incluso asesinatos por deporte (tiro al
blanco), realizando estos crímenes internacionales con total impunidad a pesar
de que la inmunidad diplomática no cubre a los crímenes de guerra ni a crímenes
de lesa humanidad.
Los soldados de la ONU, mal llamados pacificadores, han realizado un nivel de
violencia sin igual que ha contado con el encubrimiento e impunidad de altos
funcionarios, los cuales a su vez son responsables de haber realizado un Genocidio contra la población civil de
Irak. Efectivamente, las sanciones económicas realizadas por la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) contra Irak durante más de una década causaron
deliberadamente más de quinientos mil niños muertos y alrededor de dos millones
de iraquíes muertos por malnutrición o salud inadecuada, pues las sanciones
crearon de forma sistemática y extendida un contexto social de hambruna y
desnutrición, prohibiendo al pueblo de Irak el ingreso de elementos esenciales
como comida, medicina e instrumentos de purificación del agua. Esta violación
al derecho humano a la salud es claramente ilegal y criminal, pues generó
intencional e indiscriminadamente millones de muertes de civiles mientras la
elite gubernamental del país seguía rica y poderosa. De esta manera, la ONU
utilizó a la hambruna como método de guerra, realizando un asedio o bloqueo de abastecimiento con el fin de crear condiciones de vida para destruir
físicamente a la población. Indudablemente, este mecanismo perverso ha sido
reconocido y denunciado como un genocidio
por altos funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
quienes aceptaron la culpabilidad de la organización, siendo también un Crimen de lesa humanidad por la
violación sistemática y generalizada de derechos humanos y libertades
fundamentales.
La frialdad y falta de compasión por parte de la ONU
se ha podido percibir ante los peores genocidios de fines del siglo XX, pues la
Organización
de las Naciones Unidas (ONU) ha mostrado complicidad e indiferencia
durante los genocidios de Rwanda y
Srebrenica. En Rwanda, la ONU decidió no intervenir, protegiendo
únicamente a su personal diplomático y retirando sus tropas del país, a pesar
de que estaba frente a un millón de asesinatos y violaciones de mujeres y
niños, los cuales eran quemados o descuartizados. En Srebrenica, los soldados
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tampoco intervinieron
ante los miles de asesinatos masivos, violaciones, fosas comunes, deportaciones
masivas y masacres de niños. Esta no-intervención ante genocidios por una
supuesta neutralidad e imparcialidad
es sin ningún tipo de dudas una complicidad
pasiva o no-activa, pues para ser cómplice no necesariamente se requiere
ser un partícipe activo o coautor, siendo también cómplice todo aquel que
teniendo la posibilidad de impedir un crimen decida no hacerlo, realizando así
una complicidad omisiva. Incluso,
esta infracción al deber de actuar o impedir el resultado del genocidio podría
ser considerada como una autoría omisiva
del crimen, tal como el caso de un padre que escucha que su hijo va a realizar
un delito y no trata de impedirlo, pues de haber actuado en control del riesgo
se habría impedido la realización del resultado genocida. Además, la complicidad de la ONU en los genocidios se fundamenta en su función de control, mientras que la autoría de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) en dichos crímenes internacionales se fundamenta en su
función de protección, siendo un
análisis ético legal que iguala las estructuras de la omisión y comisión del
delito. De esta manera, la ONU ha incumplido con la misión de
proteger la paz y seguridad internacional, siendo indudablemente cómplice con el mal. En los últimos
genocidios de fines del siglo XX, en Rwanda y Srebrenica, hubo impunidad para
desplazar, torturar, violar y matar a cientos de miles de personas, dado que la
respuesta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue lenta, vacilante
e inefectiva. Esta misma actitud omisiva fue empleada en los primeros
genocidios del siglo XXI, pues la ONU también se rehusó a cumplir su
deber de detener los genocidios de civiles en Darfur, Sri Lanka, Afganistán,
Irak, Libia, Yemen, China, Cora del Norte, Israel, Siria, Myanmar, Eritrea y
Turquía, donde las violaciones a los derechos humanos son sistemáticas y
generalizadas. Las cortes internacionales, especialmente la Corte
Penal Internacional, han fallado en analizar no sólo muchos de estos genocidios impunes, sino también las
mismas violaciones de derechos humanos realizadas por la Organización de las Naciones
Unidas (ONU).
Por otra parte, la ONU es una institución
autoritaria que brinda impunidad total a los cinco miembros permanentes de su
Consejo de Seguridad, protegiendo especialmente a las guerras ilegales llevadas
a cabo por Estados Unidos, como sucedió en la lamentable invasión a Irak. Luego
de aplicar sanciones económicas genocidas durante doce años, que prácticamente
devastaron a la población civil de Irak, la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) dio impunidad a Estados Unidos para que invada a este país
pobre y hambriento, siendo cómplice o
autor omisivo de uno de los episodios
más tristes en la historia del mundo. En efecto, con la falsa excusa de buscar
armas de destrucción masiva, en la inmoral invasión a Irak hubo un genuino terrorismo de Estado por parte de
Estados Unidos, el cual cometió crímenes internacionales como detener
ilegalmente y torturar a miles de prisioneros, asesinar a cientos de miles de
civiles, destruir la infraestructura esencial y el patrimonio cultural del
país, desplazar forzosamente, crear una nueva estructura gubernamental corrupta
y garantizar impunidad jurídica a crímenes de guerra producidos durante la
invasión ilegal. Efectivamente, la invasión a Irak no fue propiamente una
guerra, sino una invasión genocida
legitimizada por la ONU, produciendo más de un millón de iraquíes muertos. Bajo el
pretexto de una supuesta búsqueda de liberación
y democratización de Irak realmente se encontraba una agenda para destruir
el Estado, retrocediendo su desarrollo a la época medieval y apropiándose de
sus recursos petrolíferos con el costo de millones de muertos. Para ello,
Estados Unidos llegó a presentar ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
falsas pruebas de armas de destrucción masiva que supuestamente poseía el
gobierno de Irak. A pesar de este nivel de impunidad, falsedad y criminalidad,
ninguna corte internacional oficial ha investigado o condenado a Estados Unidos
por tales delitos, exceptuando el Kuala
Lumpur War Crimes Commission (KLWCT), institución humanitaria que condenó
al gobierno estadounidense de George Bush por los crímenes de tortura, crímenes
de guerra y crimen contra la paz durante la invasión a Irak. Ciertamente, las
políticas implementadas por Estados Unidos en Irak, bajo la complicidad activa de la ONU,
constituyen una conspiración criminal que violó los principios de Nuremberg al implementar políticas bélicas similares
al Nazismo, torturando a detenidos ilegalmente, bombardeando civiles con armas
químicas, realizando asesinatos masivos, desarrollando escuadrones de la muerte
con técnicas de la GESTAPO y cercando ciudades al prohibir la entrada de
alimentos, agua y medicina, todo lo cual constituyen crímenes de guerra con
características imperialistas y hegemónicas. Esto demuestra que las actuaciones
realizadas en Irak no han sido errores sino patrones
sistemáticos y extendidos llevados a cabo con la complicidad de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), cuyo Secretario General Ban Ki-moon ha
mantenido a la ONU como una organización desacreditada, inepta e irrelevante,
dejando un pobre legado en cuestiones de paz, como lo demuestra su silencio
ante las violaciones a los derechos humanos.
Sin embargo, la cultura de impunidad y violación al
derecho a la justicia no sólo ha sido llevada a cabo por la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) para proteger a los gobiernos criminales
del mundo, sino que también ha sido implementada para proteger a funcionarios
corruptos de la misma ONU ante casos de serias violaciones
al Derecho Internacional. La Organización de las Naciones Unidas (ONU)
tiene un sistema interno de justicia que es injusto, ineficiente, turbio,
arbitrario, arcaico, parcial, sin debido proceso, no-independiente, inefectivo,
burocrático e inviable, persiguiendo a los testigos y denunciantes mientras se
protege y encubre a los delincuentes corruptos o abusadores. De este modo, la ONU
es intrínsecamente hipócrita cuando promueve sistemas de justicia a los Estados
miembros y no para sí misma. En este sentido, cuando la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) otorga inmunidad a sus soldados ante casos de abuso
sexual, pedofilia, tráfico de personas, torturas, homicidio y asesinatos
masivos, tal y como ocurrió en Srebrenica, se encuentra violando a la Justicia
Internacional, pues los genocidios, crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad no están cubiertos por la inmunidad diplomática ni tampoco por la
inmunidad soberana.
El Tribunal
Budista de Derechos Humanos denuncia que la ONU no busca la paz
mundial sino que es realmente una institución que promueve el militarismo al
impulsar intervenciones o guerras
humanitarias bajo el concepto ilegal de la responsabilidad para proteger, que no es más que el derecho a agredir que se otorgan las
superpotencias. Este mecanismo para legitimar a las guerras de agresión
realizadas por Estados Unidos y la NATO sin juicio alguno es indudablemente la forma
contemporánea del imperialismo, tal y como sucedió en Irak y Libia donde se realizaron
invasiones colonialistas perversamente disfrazadas de humanitarismo. Así, el Tribunal
Budista de Derechos Humanos concuerda con el sacerdote Miguel d´Escoto Brockmann en que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha creado genocidios humanitarios. La verdadera ayuda humanitaria es y será
toda acción que limita o contrarresta a la guerra, y nunca debe ser asociada
con la justificación del militarismo, tal y como en el pasado los imperios
realizaron guerras justas y las
religiones realizaron guerras santas.
Cuando la ONU legitima invasiones militares de las potencias se convierte
en una forma de imperialismo neocolonial,
siendo un instrumento de dominación y no un instrumento de liberación y Ley
internacional.
La causa madre de todos los crímenes internacionales
cometidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como genocidios, crímenes de lesa humanidad y
crímenes de guerra, es el sistema
corrupto y antidemocrático que posee esta organización, garantizando la
impunidad por medio de recursos inmorales como las inmunidades y los vetos. La
burocracia y corrupción del sistema de la ONU es tan poderosa que hay una
incapacidad de producir justicia, siendo improbable que despidan o sancionen a
un funcionario cuando comete un crimen serio. Este patrón de impunidad gracias a la corrupción es persistente al
analizar el comportamiento de los soldados de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), quienes de forma sistemática y extendida han cometido
abusos, violaciones y asesinatos contra pueblos pobres y desprotegidos,
contando siempre con el encubrimiento de
los distintos secretarios generales de la ONU. De esta manera, la corrupción
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha financiado a
organizaciones criminales, como ocurrió en Nairobi, extorsionando a refugiados,
realizando asesinatos, violaciones y tráfico de drogas. El abuso de poder de la ONU es masivo e impune gracias a su
red burocrática de corrupción extendida y encubrimiento sistemático,
desarrollando una cultura de impunidad donde
todos los informantes que denuncian delitos de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) son perseguidos, castigados, difamados y denunciados,
mientras que los criminales continúan con sus carreras profesionales. Por ello,
el Tribunal Budista de Derechos Humanos
concuerda con el sacerdote Miguel d´Escoto
Brockmann en que la ONU es un fraude,
una farsa, una enorme mentira y una dictadura que no protege los derechos
humanos ni los derechos de la Madre Tierra (Pachamama). La Organización de las Naciones
Unidas (ONU) debería erradicar adecuadamente a las guerras y hambrunas
por medio de la democracia y la desmilitarización, debiendo ser refundada o
abolida debido a la falta de equidad, democracia y justicia que posee esta
organización autocrática cuyo discurso aparenta ser inspirativo, humanitario,
solidario e idealístico al mismo tiempo que en la práctica prolonga guerras,
genocidios, burocracias e impunidad.
Aunque
las violaciones a los Derechos Humanos cometidas por la ONU sean una historia
poco conocida, los extendidos abusos sexuales de niños, la tortura y los
homicidios impunes realizados por esta organización han alcanzado niveles de epidemia
desde la creación de sus fuerzas armadas de supuesto mantenimiento de paz, incluyendo a cientos de miles de víctimas que
no han recibido ningún tipo de justicia, pues los soldados y funcionarios de la
Organización
de las Naciones Unidas (ONU) han evitado la rendición de cuentas. Como
ha demostrado el Tribunal Budista de
Derechos Humanos, las violaciones a los derechos humanos realizadas por la ONU
no son simplemente errores criticables, sino que son crímenes flagrantes que requieren justicia. Durante muchos años los
Secretarios Generales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
han sido conscientes de estos abusos sistemáticos y extendidos que han
alcanzado niveles escandalosos, aunque una y otra vez han mantenido la
impunidad de estos crímenes, realizando una política
institucional de encubrimiento. Si bien la ONU ha cometido crímenes
internacionales similares a los ocurridos en Rwanda y Srebrenica, los
tribunales internacionales no han investigado ni condenado a esta organización,
a pesar de la gravedad sistemática y extendida de las violaciones. Ante esta
situación, el Tribunal Budista de
Derechos Humanos realiza la presente Sentencia Ética que promueve la
transformación o abolición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
la cual ha sido encontrada “Responsable”
de realizar genocidios, crímenes contra
la humanidad y crímenes de guerra en el mundo. La comunidad internacional
no puede continuar siendo gobernada políticamente o guiada éticamente por una
organización que comete atrocidades contra las poblaciones civiles más pobres y
desprotegidas. Por ello, se solicita que otros tribunales globales, como la Corte
Penal Internacional, establezcan un tribunal especial para lidiar con
las violaciones sistemáticas y extendidas a los derechos humanos por parte de
la ONU.
Las cientos de miles de víctimas merecen justicia, especialmente ante crímenes
como el genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. La
civilización necesita tomar una acción urgente sobre la amenaza a la paz
mundial que representa la impunidad
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pues ésta
organización nunca ha rendido cuentas ante la justicia. A la luz de esta Sentencia
Ética contra la ONU realizada por el Tribunal
Budista de Derechos Humanos por los abusos a los derechos humanos, la
comunidad internacional debería investigar estos graves crímenes y asegurarse
de que no vuelvan a ocurrir, especialmente bajo los estándares legales del Estatuto de Roma. En el presente juicio
ético a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se han recopilado
evidencias de abuso sexual de mujeres y niños, tráfico de personas, torturas y
homicidios masivos contra poblaciones marginadas y oprimidas. La cultura de impunidad e inoperancia del
sistema judicial de la ONU beneficia constantemente a los
delincuentes que cometen violaciones extendidas y sistemáticas, lo cual
legitimiza la intervención ética del Tribunal
Budista de Derechos Humanos para ofrecer Verdad, memoria y Justicia a las
víctimas. Existen precedentes notables de este accionar humanitario, como el International
War Crimes Tribunal (Russell-Sartre
Tribunal) y el Kuala Lumpur War Crimes Commission, respectivamente
en respuesta a las violaciones cometidas por Estados Unidos en Vietnam e Irak.
Siguiendo este patrón ético jurídico, el Tribunal
Budista de Derechos Humanos determina de forma revolucionaria que la
situación de impunidad de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) constituye una amenaza a la paz mundial, afirmando que la comunidad internacional
ha fallado en construir una organización democrática y humanitaria. No obstante,
en la civilización contemporánea el Tribunal
Budista de Derechos Humanos es el único organismo que posee los
conocimientos necesarios para responder adecuadamente ante la crisis que emerge
en la ONU, por lo que la comunidad internacional –incluyendo a la Corte Penal Internacional- debería
respetar y seguir la Sentencia Ética realizada por el Tribunal Budista de Derechos Humanos por los crímenes
internacionales de genocidio, crímenes de
lesa humanidad y crímenes de guerra, los cuales se desprenden entre otras
evidencias de los abusos sexuales de proporciones epidémicas realizados por la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), especialmente por sus fuerzas militares
de mantención de paz, cuya naturaleza
criminal ha sido sistemática y extendida gracias a la impunidad brindada desde los altos cargos de la organización, lo
cual constituye en sí mismo un crimen
contra la humanidad. Precisamente, la ONU es dirigida de forma
autocrática, siendo esta falta de democracia una de las principales razones por
las que se producen sus peores violaciones a los derechos humanos. La larga
duración y profundidad de los abusos denunciados, así como el hecho de que
fueron perpetuados por fuerzas militares como forma de explotación de la
población civil, demuestra contundentemente que estas violaciones sexuales
constituyen crímenes internacionales. Las evidencias demuestran que las
violaciones a los derechos humanos cometidas por la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) constituyen crímenes
contra la humanidad, y crímenes de
guerra, prohibidos respectivamente por el Artículo 7 (1.g) y por el
Artículo 8 (2.b.XXII) del Estatuto de Roma. Además, la ONU
no ha realizado ningún esfuerzo en asegurar la investigación y rendición de
cuentas por tales crímenes, a pesar de que es obligatorio por el Derecho
Internacional que no exista cultura de
impunidad, especialmente por ser un
ataque dirigido contra la población civil por medio del uso de la fuerza y
la coerción, lo cual es ilegal y un crimen
de guerra y de lesa humanidad. El Tribunal
Budista de Derechos Humanos condena esta cultura de impunidad, estableciendo que la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) ha fallado en investigar, denunciar y castigar a los
responsables de abusos, esclavitud sexual y tráfico de personas, contribuyendo
a la violencia que padecen las mujeres y niños en el mundo, en lugar de
contribuir a un mundo mejor. Se declara como inaceptable y totalmente criminal
que cuando las víctimas presentan demandas legales la autoridad de la ONU
no brinde investigación ni reparación alguna, e incluso que tome represalias
contra aquellos denunciantes de los abusos extendidos y sistemáticos contra la
población civil, los cuales son crímenes
de guerra y crímenes contra la humanidad. Además, el objetivo de los abusos
sexuales siempre ha sido pervertir a niños y mujeres para utilizarlos en redes
internacionales de tráfico de personas, lo cual demuestra el nivel extendido y
sistemático de la violencia sexual por parte de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU). Ante las protestas civiles por estos hechos de abusos
contra mujeres y niños, las fuerzas militares de la ONU han respondido con
violencia, llegando a realizar torturas, desapariciones y asesinatos masivos.
Han existido casos de torturas y ejecuciones sumarias de mujeres y niños a
manos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), existiendo luego un
manto de impunidad ante estos asesinatos extrajudiciales debido a que nunca se
investigó o procesó a los responsables, por lo que se trata de un sistema en el
que se viola la ley sin rendir cuentas. En esta cultura de impunidad que crea la ONU, a las víctimas no se
les respeta su derecho humano a la Verdad, a la justicia y a la reparación
efectiva, ya que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alega poseer
inmunidad a pesar de que ésta no cubre las violaciones al Derecho Internacional
Humanitario, como es el caso de la tortura y los asesinatos contra la población
civil, los cuales constituyen crímenes
contra la humanidad y crímenes de
guerra respectivamente según el Artículo 7 (1.f) y Artículo 8 (2.c.i) del Estatuto
de Roma. Ambos crímenes son extendidos y sistemáticos, formando parte
de un plan a larga escala, siendo razón suficiente para que las cortes
internacionales investiguen y juzguen a la ONU, pero como esto no ha sucedido
nunca en la historia de la civilización el Tribunal
Budista de Derechos Humanos demuestra la necesidad que existe de que la
Espiritualidad Budista funcione como guía del mundo. En definitiva, la presencia
e interrelación de esclavitud sexual, tortura y asesinatos extrajudiciales,
realizándolos en un contexto de total impunidad,
permite concluir que la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
cometió crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra bajo la luz del
Derecho Internacional. Por lo tanto, la continua indiferencia de las cortes
nacionales e internacionales ante estos crímenes de la ONU representa un
obstáculo enorme para el ejercicio de los derechos humanos y las libertades
fundamentales. La presente Sentencia Ética es un llamado a que toda la
comunidad internacional ponga fin a la impunidad,
la cual es la mayor amenaza a la paz mundial. Incluso si no habría
encarcelamientos de los responsables, las víctimas merecen ser oídas y
representadas, merecen que se ponga fin a su sufrimiento, y merecen la Verdad,
la memoria y la Justicia. Al igual que ha sucedido con la creación de
tribunales penales internacionales ad hoc para investigar las atrocidades de
Rwanda y Yugoslavia, el Tribunal Budista
de Derechos Humanos encarna la evolución misma de la Ley al investigar y
juzgar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por las más altas amenazas a la paz mundial. Así, se
busca restaurar la armonía internacional de todas las naciones del mundo, las cuales
han sido heridas por las violaciones y asesinatos que la ONU ha cometido en nombre
del Bien y de la Paz. Los crímenes cometidos por las fuerzas militares de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) son extendidos y sistemáticos, incluyendo
abusos, torturas y asesinatos, todos los cuales violan al Estatuto de Roma. Esta
sentencia contra la ONU realizada por la comunidad budista es una invitación a que
la comunidad internacional haga lo mismo, denunciando los crímenes contra la humanidad y los
crímenes de guerra de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
como forma de iniciar una vía hacia la Liberación de los pueblos. En caso de
persistir con la cultura de impunidad
de la ONU, la comunidad internacional estará destinada a
autodestruirse.
Al
mismo tiempo, las fuertes evidencias desplegadas durante el juicio a la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) han demostrado que el genocidio realizado sobre Irak tuvo la intención de destruir a este
Estado, realizando en un período de veinte años un proceso sistemático y
generalizado de bloqueo, bombardeo e invasión, impidiendo que la población
acceda al alimento, agua potable, medicina, educación, trabajo y justicia como
parte de una estrategia deliberada.
El Tribunal Budista de Derechos Humanos
considera que los ataques contra la población civil de Irak constituyen un genocidio, tal y como lo define la Convención para la Prevención y la Sanción
del Delito de Genocidio, la cual fue adoptada por la misma ONU
en 1948, obligando legalmente a los Estados a prevenir el genocidio y a
castigar a los responsables. En efecto, las acciones realizadas por la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) en Irak constituyen el crimen
internacional de genocidio debido a
que hubo la intención de destruir en
parte o totalmente a la población nacional y civil iraquí, asesinando a sus miembros con
bombardeos, causando serios daños físicos
o psíquicos a sus miembros por medio de torturas, infligiendo deliberadamente condiciones de vida de hambruna y
enfermedad calculadas para traer la
destrucción física total o parcial de Irak. Estas acciones genocidas cometidas por la ONU no sólo violan a su
Carta fundacional sino también al espíritu mismo de la civilización, pues el
genocidio es la denegación a la existencia de un grupo de seres humanos. Por
medio de la Convención de Genocidio
de 1948, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene obligaciones
legales vinculantes para prevenir y sancionar al crimen de genocidio, habiendo
fallado en ambos deberes en muchas ocasiones, pues la Convención prohíbe tanto
la comisión como la complicidad con el genocidio. La ONU
no sólo ha permitido el genocidio en muchos países, realizando una complicidad omisiva, sino que también la
misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha llevado a cabo
genocidios en otros países, realizando torturas, abusos, violaciones,
asesinatos y otros serios daños físicos y psíquicos a distintos grupos. Las
fuerzas militares de la ONU incluso han convertido a muchas
mujeres y niñas en esclavas sexuales, desarrollando un sistema internacional de
tráfico de personas, torturando sistemáticamente a las víctimas de violencia
sexual al mismo tiempo que los funcionarios de altos cargos encubrían a los
responsables e incluso sancionaban y perseguían a aquellos que denunciaban estos
actos criminales. Obviamente, la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
no ha castigado a los responsables de estos abusos e incluso si ha premiado a
los encubridores, llegando a permitir que uno de ellos –Susana Malcorra- se
postule al cargo de Secretario General de la ONU. La Convención de Genocidio prohíbe causar graves daños físicos o mentales a miembros
de un grupo, como actos de tortura, violación, violencia degradante,[1] trato cruel, persecución y deportación.[2] En este sentido, las violaciones y torturas
realizadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), además de ser crímenes de guerra, son también crímenes de lesa humanidad y actos de genocidio que causan un serio
daño físico y psíquico a miembros de un grupo. Al emplear estas técnicas
criminales y genocidas, las fuerzas militares de la ONU y sus funcionarios
han degradado, humillado, discriminado,
castigado, controlado y destruido a miles de personas, violando su dignidad
personal y grupal. El Tribunal Budista
de Derechos Humanos concuerda entonces con el International Criminal Tribunal
for the former Yugoslavia y con el International Criminal Tribunal for Rwanda,
considerando a la violación sexual como un acto
genocida. Por otra parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
también ha privado de la libertad al pueblo de Irak, bloqueando su acceso a
recursos básicos como alimento, agua limpia, higiene, atención médica, trabajo
y educación. Esta situación provee fuertes evidencias para inferir la intención genocida por parte de los
funcionarios de la ONU y sus fuerzas militares. Luego de la guerra del Golfo, la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) sancionó económicamente a Irak produciendo
la muerte de casi dos millones de personas, entre los cuales murieron más de
quinientos mil niños por hambruna y falta de atención médica básica. Luego de
este asedio extendido y sistemático, la
ONU
avaló los bombardeos e invasión de Estados Unidos, lo cual destruyó totalmente
al Estado de Irak. La Convención de
Genocidio de 1948 prohíbe rotundamente a los actos que deliberadamente infligen condiciones de vida calculadas para destruir
parcial o totalmente a un grupo, como someter
a un grupo a una dieta de subsistencia, reducir al mínimo sus servicios médicos
esenciales, privar de recursos
indispensables para la supervivencia tales como comida o servicios médicos.[3] De este modo, es indudable que cuando se aplican los
preceptos y normas del Derecho Internacional la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) es “Responsable”
de haber realizado actos que infligieron
condiciones de vida calculadas para destruir en parte o totalmente a la
población de Irak. Además, la población civil de Irak ha sufrido muchos abusos
severos de sus derechos humanos, incluyendo asesinatos, desplazamiento forzoso
y denegación de la justicia por parte de sus invasores. Al mismo tiempo, las
masacres organizadas de civiles realizadas por las fuerzas militares de la ONU
en Haití constituyen uno de los actos genocidas prohibidos por la Convención de Genocidio de 1948,
realizando asesinatos contra la población desarmada a la que se debería
proteger, y llevándolo a cabo con total impunidad brindada por los funcionarios
diplomáticos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Tanto en Irak como
en Haití, la ONU ha fallado enormemente en detener, investigar y castigar a sus
funcionarios y soldados responsables de esta violencia que viola la Convención de Genocidio. En algunos
países la Organización de las Naciones Unidas (ONU) incluso ha enterrado
en fosas comunes a los cuerpos de las víctimas de sus masacres con el fin de
ocultar la Verdad. Así, el juicio ético a la ONU ha demostrado que
esta organización es “Responsable”
del crimen de genocidio en muchos
países del mundo, en algunos cometiendo genocidio
por omisión mientras que en otros
cometiéndolo por comisión. Esto
demuestra que, según el Derecho Internacional,[4] el fallar en prevenir la violencia extrajudicial es
un acto de omisión tan grave como el
acto de comisión, violando ambos
actos a la Convención de Genocidio. Las
evidencias sustanciales y consistentes han demostrado sin ningún lugar a dudas
que los funcionarios y fuerzas armadas de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) han realizado conductas que entran dentro de las
categorías que la Convención de 1948 especifica como actos de genocidio, tales como asesinar grupos de personas, causar
serios daños físicos y psíquicos a grupos de individuos, e infligir
deliberadamente condiciones de vida calculadas para destruir físicamente a
grupos de seres humanos. La Convención de
Genocidio de 1948 no sólo requiere que los acusados hayan cometido estos
actos prohibidos para ser responsables del crimen de genocidio, sino que también deben haber tenido la intención de destruir –en parte o
totalmente- a un grupo. En concordancia con los parámetros legales establecidos
por el International Criminal Tribunal for the former Yugoslavia,[5] esta intención
genocida de la ONU puede ser inferida por un gran número de hechos y
circunstancias, como la realización sistemática de otros actos ilegales contra
el mismo grupo, la escala generalizada de los atrocidades cometidas, los actos
discriminatorios, la repetición destructiva y también el contexto de otros
crímenes cometidos contra otros grupos. Si bien probar intención genocida no requiere la presencia de todos estos
factores, sino de alguno de ellos, en el caso de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) claramente ha realizado graves acciones en cada una de
estas características necesarias para probar intención genocida. Al aplicar el Derecho Internacional, como la Convención de Genocidio y sus interpretaciones
realizadas por los tribunales criminales internacionales ad hoc para Yugoslavia
y Rwanda, los funcionarios de la ONU y sus fuerzas armadas son “Responsables” de haber actuado con la intención de cometer genocidios contra varios grupos del
mundo, como por ejemplo en Haití y especialmente por la privación contra el
pueblo de Irak de recursos esenciales para subsistir, causando malnutrición y
enfermedades a millones de personas, y también por realizar abusos sexuales en
una escala masiva contra mujeres y niños en múltiples países. Al reunir las
evidencias se demuestra que la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
ha actuado con el requisito de intento de
cometer genocidio para subyugar o destruir a varias poblaciones, como ha
sucedido en Haití y en varios países de África. Al realizar sanciones contra la
población civil de Irak, obstaculizando su acceso al alimento, elementos de
salud, atención médica y oportunidades de trabajo, la ONU ha continuado
sistemáticamente una política económica y social dirigida a la muerte o destrucción del pueblo de Irak. Los funcionarios de Estados Unidos
y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fueron conscientes en
todo momento de la magnitud que traerían estos actos genocidas, matando a
millones de personas a escala masiva y especialmente a niños, aunque decidieron
continuar llevándolo a cabo. Este conocimiento es el requisito para demostrar
que no se trató de un error sino que hubo deliberadamente intención genocida. Por otra parte, la persecución, los ataques,
los asesinatos y las violaciones de miles de personas de pueblos pobres, como
es el caso de Haití, demuestra que hay un intento de destruir en parte o
totalmente a varios grupos del mundo, lo cual es evidente en el hecho de que la
ONU
no ha tomado ningún tipo de medidas para prevenir o detener estos actos
destructivos. Cuando se analizan los posibles casos de genocidio cometido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
es evidente que hay un patrón de
acciones e inacciones, comisiones y omisiones, en el contexto de una impunidad extendida y sistemática que incluye a funcionarios y soldados.
Además, la Convención de Genocidio de
1948 establece que un gobierno puede ser responsable cuando los actos genocidas
fueron cometidos por sus órganos estatales o por miembros que están bajo su
control. En este sentido, la ONU tiene responsabilidad por cada
Estado miembro de su organización parlamentaria global, por lo que cuando falla
u omite ejercer su función de control o prevención de los genocidios cometidos
por sus Estados miembros entonces está siendo cómplice de genocidio. La Convención
de Genocidio de 1948 obliga a prevenir genocidios, y cuando se ha fallado
en prevenir hay entonces una obligación para castigar a los responsables. Si la
Organización
de las Naciones Unidas (ONU) no previene ni tampoco castiga los
genocidios llevados a cabo por sus fuerzas armadas o por sus Estados miembros,
entonces es “Responsable” de genocidio, ya sea por comisión o por omisión.
En efecto, todo gobierno tiene el deber internacional de tomar todas las
medidas posibles para prevenir o castigar actos genocidas,[6] por lo que incluso aunque existan genocidios en los
que la ONU no intervino directamente, esta organización intergubernamental
sigue siendo responsable por fallar en prevenir y castigar tales crímenes
internacionales cometidos por sus Estados miembros. Del mismo modo que la
conducta de un órgano estatal es atribuible jurídicamente al Estado,[7] las conductas ilegales de los Estados miembros son
atribuibles a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) siempre que la misma
no intente prevenir sus crímenes o castigarlos por éstos, especialmente cuando
se tratan de serias violaciones a los derechos humanos, como detenciones
ilegales, tortura, abuso sexual y asesinatos extrajudiciales. La ONU
es responsable directa por la conducta de sus Estados miembros que hayan
cometido actos de genocidio con su
aprobación, siendo también responsable directamente si incumplió en
castigarlos. Ciertamente, existen evidencias de que los mismos funcionarios y
soldados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han cometido ellos
mismos actos de genocidio, pero
incluso si no existiese tales evidencias no hay que olvidar que la ONU
tiene el deber internacional de prevenir genocidios y castigar a todos los
perpetradores, por lo que es “Responsable”
de fallar en prevenir y castigar genocidios
incluso en casos en los que tales conductas criminales no sean cometidas por la
misma Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta prevención del genocidio es la obligación principal de
la ONU,
la cual ha fallado extendida y sistemáticamente en cumplir con la Convención de Genocidio de 1948,
debiendo haber tomado inmediatamente todas las medidas que están dentro de su
Poder para prevenir actos genocidas
cuando conoce de la existencia de un serio riesgo de que esto suceda,[8]
lo cual es la principal responsabilidad gubernamental según la Corte
Internacional de Justicia. La comunidad internacional debería
establecer urgentemente una corte libre e independiente que investigue y juzgue
tanto los crímenes de las superpotencias como los crímenes de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), especialmente si se trata del crimen de genocidio, pues hasta el momento las
cortes internacionales sólo han existido para juzgar a países pobres. Si esto
no llegase a ocurrir el destino de los derechos humanos estaría condenado a
fallar, motivo por el que el Tribunal
Budista de Derechos Humanos se ha propuesto investigar legítimamente y
juzgar éticamente a la organización intergubernamental más poderosa del mundo
por sus crímenes impunes.
Por lo tanto, el Tribunal
Budista de Derechos Humanos condena a la ONU como una institución
criminal que realiza un falso humanitarismo, violando tanto los derechos
humanos como los principios de la democracia, pues sus decisiones
cuasi-judiciales o sanciones dictatoriales no están abiertas a escrutinio ético
y jurídico. En cambio, la Espiritualidad Budista busca mantener la pureza de la
comunidad internacional, defendiendo la autodeterminación y liberación de los
pueblos frente a las potencias políticas y económicas que buscan oprimirlos. Ante
líderes gubernamentales cómplices de crímenes perversos, el Maitriyana enseña
una vía ética que evita el destino de la autodestrucción de la humanidad,
desarrollando los inicios de una civilización guiada por los valores del
desapego, la integración y la solidaridad. La Organización de las Naciones Budistas
Unidas fue creada el 10 de Octubre de 2016 como la mejor manera de impedir
que los Estados vulneren los Derechos Humanos de los Pueblos Budistas y
Comunidades Espirituales. Al mismo tiempo, se trata de una organización capaz
de brindar un liderazgo ético para toda la humanidad, a diferencia de la Organización
de Naciones Unidas (ONU), la cual no sólo ha fallado en prevenir
guerras e injusticias en el mundo sino que también no ha tomado las medidas
necesarias para impedir la opresión y destrucción de la humanidad. Este
proyecto del Tribunal Budista de
Derechos Humanos es mucho más puro que el liderazgo de la ONU,
pues no se avala a ningún tipo de guerra
de agresión disfrazada de intervención
humanitaria, criticándose entonces a los poderes globales que intentan
imponer un dominio total y absoluto sobre
el mundo. La Espiritualidad Budista tiene certeza de que la humanidad se
extinguirá en el caso de no implementar medidas éticas y adecuadas para
evanescer la guerra, la pobreza, la ignorancia y la contaminación. La actual
destrucción paulatina de la Madre Tierra (Pachamama), aniquilando masivamente
gran parte de las especies de la Biosfera, muestra que la Salvación de los
seres vivos es una misión urgente. Éste ha sido precisamente el Propósito
(Dharma) del Maitriyana como movimiento heredero de dos mil seiscientos años de
sabiduría compasiva (prajña-karuna), haciendo consciente al ser humano de la
responsabilidad que se debe tener hacia la naturaleza. En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
es una institución antidemocrática donde no se escuchan las opiniones de todos,
especialmente de los Pueblos Budistas y Comunidades Espirituales, al momento de
la toma de decisiones, excluyendo así a las voces más importantes de la
humanidad. Dado que la ONU no funciona bien, tal y como lo
afirma el sacerdote Miguel d´Escoto Brockmann, en la Organización de las Naciones Budistas Unidas se puede escuchar
plenamente la voz de la rectitud y la bondad, enfrentando adecuadamente las
múltiples crisis de la civilización contemporánea. Por ello, no se debe
permitir que ninguno de los Estados del mundo trate abusivamente y no respete
la soberanía de los Pueblos Budistas y Comunidades Espirituales. Evidentemente,
este es un objetivo alcanzable si se toman medidas valientes que obliguen a los
Estados de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) a respetar la soberanía
política, independencia económica, autodeterminación cultural e integridad
ambiental tanto de las Naciones Budistas como del resto de la comunidad
internacional. De esta manera, el Tribunal
Budista de Derechos Humanos busca la Liberación de toda la humanidad,
guiando a la sociedad para curarse de las adicciones autodestructivas hacia la
guerra, la injusticia, la ignorancia y la contaminación. El imperialismo y la
impunidad de los Estados dominantes de la ONU son algunos de los principales
males que la Espiritualidad Budista busca abolir, criticando el control global
que tiene el materialismo como una amenaza para la supervivencia misma de la
humanidad y de la Madre Tierra (Pachamama). No obstante, lograr un cambio de
comportamiento por parte de los Estados que dominan el mundo es algo que debe
ser logrado adecuadamente, luchando con el arma más poderosa de la historia: la
sabiduría compasiva (prajña-karuna). Esto implica criticar sin claudicar a
aquellos que hacen el mal, simultáneamente enseñando medidas capaces de hacer
el bien y de purificar el mundo interno y externo. En efecto, el Maitriyana critica
a la hipocresía y perversión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
la cual ha encubierto actos ilegales y genocidas bajo el disfraz de la
magnanimidad y el humanitarismo, participando directamente en la muerte de
millones de seres humanos a través de una manipulación de los valores y
principios de los derechos humanos. La razón de ser de la Organización de las Naciones Budistas Unidas es denunciar este
evento catastrófico, proponiéndose como una organización internacional
alternativa capaz de defender eternamente el derecho humano a la paz mundial. El
Tribunal Budista de Derechos Humanos
autoriza a los Estados a resolver los conflictos únicamente a través de medios
no-violentos, siguiendo el Camino de los grandes pacifistas de la historia de
los pueblos. Los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas) han
comprendido y enseñado que sólo el poder del amor sabio y compasivo puede
vencer al poder del odio, la codicia y el engaño. En este sentido, la
Espiritualidad Budista tiene el convencimiento de que los medios no-violentos
utilizados en la lucha por la defensa de la paz, la justicia, el conocimiento y
la vida terrestre son las semillas de una nueva civilización. En cambio, los
Estados que sigan el camino del egoísmo, dualismo y consumismo están condenados
a la autodestrucción. El Maitriyana tiene un compromiso social profético para
salvar los valores prácticos y ancestrales del amor, el respeto, la tolerancia
y la solidaridad hacia todos los seres vivos, por lo que denuncia a la ONU
como una perversión de cómo debería funcionar la gran familia humana. De este
modo, no hay nada más relevante e importante para la historia que el emerger de
una voz ética y pura que combate a la maldad y mentira de los poderosos del
mundo. La Organización de las Naciones
Budistas Unidas será entonces un héroe internacional de la paz mundial y la
justicia social, interviniendo con el fin de construir una Tierra Pura en el
aquí y ahora. Existen una enorme cantidad de Pueblos Budistas y Comunidades
Espirituales que claman genuina y proféticamente por la paz, la justicia, la
educación y la ecología, aunque los mismos son completamente ignorados por el
sistema antidemocrático de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU). Estas voces proféticas de
los maestros espirituales, junto con la voz de los pueblos originarios, son
escuchadas con Atención Plena por el Tribunal
Budista de Derechos Humanos. Incluso la misma voz de la Madre Tierra
(Pachamama) es escuchada por la Espiritualidad Budista como una comunidad
verdaderamente democrática y solidaria. Esta voz revolucionaria transmite un
mensaje de amor y esperanza para el mundo entero, inspirándose en las
enseñanzas espirituales de los grandes Seres Despiertos (Buddhas) de la
historia. Las percepciones éticas del Maitriyana contrarrestan oportunamente a
los perversos crímenes contra la
humanidad perpetrados por la ONU en nombre del humanitarismo.
Así, la valentía y lucidez de la Organización
de las Naciones Budistas Unidas transmite valores ancestrales y visionarios,
reuniendo lo mejor del pasado y del futuro, especialmente la visión del
Desapego y el Despertar (Bodhi) como estilo de vida que puede salvar a la
humanidad y a la Madre Tierra (Pachamama). Este proceso impulsado por el Tribunal Budista de Derechos Humanos conduce
a la cooperación, unidad y democratización de todos los Estados, enseñando que
el respeto sabio y el amor compasivo por los seres vivos son imprescindibles
para la supervivencia y evolución de la humanidad. Mientras que la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
está dedicada a asuntos superficiales, no hay una voz más clara y profética
sobre la necesidad de cuidar a la Madre Tierra (Pachamama) que la
Espiritualidad Budista, la cual indudablemente es el pináculo ético de la
historia mundial. La difícil pero formidable tarea de transmitir al Maitriyana
implica la actualización, renovación y reinvención de la comunidad
internacional, dando voz a aquellos que son excluidos, como los pueblos pobres
y oprimidos, los pueblos tribales y originarios, los Pueblos Budistas y
Comunidades Espirituales, e incluso a los animales y ecosistemas, pues sin
éstos últimos la vida humana no existiría. Aunque la sociedad debe cambiar por
sí misma, y no por medio de dictadores y tiranos, indudablemente la humanidad
necesita guía ética y espiritual. En tanto que la ONU ha fracasado en
encarnar dicha voz, la Organización de
las Naciones Budistas Unidas emerge como una fuente de sabiduría compasiva
(prajña-karuna) para una humanidad sedienta de riqueza interior, solidaridad y
Verdad. Sin esta permanente y abnegada guía ética la humanidad no podrá cambiar
a tiempo para poder sobrevivir. El Propósito (Dharma) de la paz mundial y la
justicia social requiere de la transformación radical que propone el Tribunal Budista de Derechos Humanos,
el cual es un arma de vida al servicio de la Liberación y el Despertar (Bodhi)
del mundo, protegiendo especialmente los derechos humanos de los Pueblos
Budistas, Comunidades Espirituales y Pueblos Tribales, quienes han sido las
sociedades más responsables y evolucionadas de la historia. En caso de que los
Estados no escuchen esta imprescindible voz ética seguramente la civilización
será autodestruida. Por ello, el mundo necesita de la Espiritualidad Budista como
medio fundamental para defenderse de los Estados que violan los derechos
humanos en nombre de la bondad. Frente a la práctica hipócrita, perversa y
malévola que se ha desarrollado dentro de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), se debe buscar que
exista un genuino orden jurídico internacional basado en principios éticos
justos e igualitarios. Esto implica que el Camino del Maitriyana cumple con su
misión sagrada de ser un faro de esperanza y amor, combatiendo a las tinieblas
de la codicia, el odio y el engaño por medio del resplandecer de la paz, la
justicia, el conocimiento y la naturaleza. Al buscar erradicar la guerra, la
pobreza, la ignorancia y la contaminación, la Organización de las Naciones Budistas Unidas inicia una nueva Edad de Oro o Reino de solidaridad
universal entre la humanidad y la Madre Tierra (Pachamama).
En tanto que la ONU ha fallado en la misión de
salvar al mundo de los flagelos de la guerra, la injusticia, la ignorancia y la
contaminación, el Tribunal Budista de
Derechos Humanos asume el Propósito (Dharma) de evanescer los males del
mundo, salvando a la humanidad de su propia autodestrucción. Esto implica
luchar contra los poderosos que se oponen al cambio y la transformación,
desafiando al status quo del
imperialismo y nacionalismo. La invención de la Espiritualidad Budista no sólo es
una muestra de autodeterminación y unidad por parte de la humanidad, sino que
también es una forma de transmitir los conocimientos necesarios para resolver
las necesidades urgentes que el mundo tiene. La propuesta del Maitriyana es una vía para lograr el
impostergable objetivo de la Salvación de la humanidad y de la Madre Tierra
(Pachamama), preservando la vida por medio de la sabiduría compasiva
(prajña-karuna). Al prestar Atención Plena al Propósito (Dharma) de la
naturaleza, los maestros espirituales son los líderes más aptos para ser la voz
ética del mundo, tal y como milenariamente lo han sido los pueblos originarios
y aborígenes. En efecto, la Organización
de las Naciones Budistas Unidas busca cuidar a todos los seres vivos
utilizando la misma lógica espiritual de los pueblos originarios, quienes actualmente
son los más pobres, marginados y oprimidos por parte de la civilización
contemporánea. Así, el Tribunal Budista
de Derechos Humanos defiende los derechos humanos de los Pueblos Budistas,
Comunidades Espirituales y Pueblos Originarios, todos los cuales interexisten
armónicamente con el medioambiente, también defendiendo los derechos de los
animales, plantas y ecosistemas. Esto implica luchar con el superpoder del amor, solidaridad y
conocimiento contra el status quo del militarismo, imperialismo y nacionalismo,
para que todos los seres vivos puedan alcanzar la Supervivencia, Evolución,
Liberación y Despertar (Bodhi). Frente a una civilización sedienta de posesión
y poder, la Espiritualidad Budista se posiciona como una voz consciente dentro
el cuerpo sagrado de la Madre Tierra (Pachamama). La construcción de una
civilización de paz mundial no puede ser el trabajo de un ser humano o un país,
sino que debe ser el trabajo cooperativo
de toda la humanidad.[9]
En este sentido, el Maitriyana es una comuna internacional dedicada a la paz
mundial que cumple con el sueño de Siddhartha Gautama, reuniendo toda la
sabiduría compasiva (prajña-karuna) de la historia para evanescer el círculo
vicioso de la guerra y la injusticia, pues en su Propósito (Dharma) yace el
compromiso o voto de salvar a todos los seres del sufrimiento, construyendo un
mundo mejor para las generaciones presentes y futuras. Esta responsabilidad
implica reflexionar sobre los errores del pasado, aprendiendo de éstos para
elegir un nuevo sendero para la humanidad. La inmensa misión de la Organización de las Naciones Budistas
Unidas no sólo es ser un parlamento mundial alternativo donde la voz de los
Pueblos Budistas y Comunidades Espirituales sea plenamente escuchada, pues
también es un espacio donde son escuchadas las voces que claman la defensa de
los derechos de los pueblos pobres, de los pueblos tribales, de los animales,
de los ecosistemas y de la Madre Tierra (Pachamama). El desafío de esta tarea
es enorme, especialmente teniendo en cuenta que la civilización actual está
caracterizada por el terrorismo, la pobreza, los refugiados y la extinción
masiva de especies, lo cual atenta contra la dignidad de la vida. En tanto que el
Tribunal Budista de Derechos Humanos
es una organización internacional cuyos miembros son comunidades soberanas,
indudablemente transmite ideas reformistas que superan los impedimentos de la
codicia, el odio y el engaño que suelen caracterizar a los gobiernos
ordinarios. A esto se debe que la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) haya sido criticada por ser una decepcionante
organización internacional que ha fallado en mantener la paz.[10]
Frente a instituciones internacionales deslegitimizadas por su incapacidad,
corrupción y falta de buena voluntad en promover la paz mundial, la única
solución y revitalización de la comunidad internacional proviene de la misión
humanitaria de los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas), actuando
como guía de reconciliación universal (maitri). Si la ONU está fallando en
cumplir con el Propósito (Dharma) de la ética y la rectitud, entonces es
fundamental que sea reemplazada por organizaciones capaces de actuar como un
verdadero parlamento de la humanidad, donde todas las voces y perspectivas
puedan ser oídas. La clave de la coexistencia de la civilización de paz radica en el diálogo. Por lo tanto, la actual civilización de guerra, basada en la
resolución violenta de los conflictos, debe ser reemplazada por la nueva civilización de paz basada en el diálogo
y la resolución reconciliadora (maitri) de los problemas del mundo. De este
modo, es de vital importancia crear una sociedad global que sea verdaderamente
pacífica, justa, culta y sustentable, pues de lo contrario la humanidad no
sobrevivirá. La
comunidad internacional tiene mucho que aprender de la vida ejemplar de los
maestros espirituales de la historia, cuyo camino de ética e integridad los
posicionan como la consciencia del mundo.
Esto significa que la función de los Seres Libres e Iluminados
(Arhats-Bodhisattvas) no es sólo guiar a individuos, sino también a sociedades
enteras, liderándolas por medio de enseñanzas abnegadas y nunca por medio de
partidos políticos. Esta actitud desapegada lleva a los maestros espirituales a
confrontar pacíficamente contra el fascismo, militarismo, nacionalismo y
colonialismo. En efecto, la búsqueda de una ciudadanía global está basada en
esta orientación que trasciende a toda ideología, transmitiendo solidaridad universal
y sabiduría compasiva (prajña-karuna) para generar una humanidad despierta. Aunque los
principios esenciales de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) son comparables con los principios humanistas de la
Espiritualidad Budista,[11]
como la paz, la libertad, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad, la ONU
ha fallado en cumplir con estos valores guía, no ayudando a aquellos que sufren
ni brindándoles bienestar material y
espiritual.[12]
La vía de sabiduría compasiva (prajña-karuna) del Maitriyana ha conducido
naturalmente a la creación de la Organización
de las Naciones Budistas Unidas, la cual es la máxima defensora de los
derechos humanos, de la transformación social y de la civilización de paz. A
diferencia de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), el Tribunal Budista de Derechos Humanos está basado en un genuino
espíritu de tolerancia y respeto por todas las comunidades espirituales,
estableciendo diálogo con todos los países, organizaciones internacionales y
pueblos tribales con el fin de resolver los grandes problemas del mundo. La noble visión de la
Espiritualidad Budista es la coexistencia pacífica a través del diálogo global
y apoyo mutuo de toda la humanidad, enseñando un modo de civilización en el
cual la fuerza militar no es necesaria, pues reina el imperio de la Ley. En
este tipo de sociedad el más poderoso no es el más fuerte militar o
económicamente sino el más humanitario socialmente.[13]
Esto requiere compartir un sentido de
Propósito (Dharma), Responsabilidad y Acción,[14]
construyendo una civilización de paz y
justicia social orientada a la felicidad y Despertar (Bodhi) de toda la
humanidad, considerando a la guerra y la pobreza como un estadio primitivo de
la historia que viola al Derecho Internacional. De esta manera, el Maitriyana busca
el emerger y desarrollo de una ética global, proponiendo la transformación radical
o la abolición total de la ONU por ser un mal disfrazado de Bien.
Esta reexaminación crítica de la civilización contemporánea es clave para
construir un mundo mejor donde todos trabajen por un Propósito superior
(Dharma) en común.
Siguiendo el Camino del Maestro Gautama, quien visualizó
cómo crear una civilización global de rectitud y justicia, el Tribunal Budista de Derechos Humanos
supervisa éticamente a toda la comunidad internacional, asegurándose que
aquellos que ostentan poder no incumplan con los valores de la Libertad,
Igualdad y Fraternidad, por lo que se ha denunciado y sentenciado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por
los cargos de GENOCIDIO, CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD, CRÍMENES DE GUERRA, CORRUPCIÓN
Y VIOLACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS. Esta Sentencia Ética
evidencia que la ONU atenta contra los Derechos Humanos y la Ética Budista,
constituyendo la máxima perversión contra la armonía planetaria, motivo por el
cual se concluye que todos estos delitos sentenciados constituyen ALTOS
CRÍMENES CONTRA LA PAZ MUNDIAL.
Con espíritu de reconciliación (maitri),
Maestro Maitreya Samyaksambuddha
Presidente del Tribunal
Budista de Derechos Humanos (TBDH)
[1]
International Criminal Court, Elements of Crimes, entered into force Sept. 9, 2002, ICCASP/1/3, fn. 3.
[2] Prosecutor v.
Muhimana, Case No. ICTR-95-1B-T, Judgment and Sentence, para. 502 (Apr. 28,
2005); Prosecutor v Karadzic and Mladic, Case Nos. ICTY-IT-95-5-R61,
ICTY-IT-95-18-R61, Review of the Indictments Pursuant to Rule 61 of the Rules
of Procedure and Evidence, para. 93 (July 11, 1996).
[3] International Criminal Court, Elements of Crimes, entered into
force Sept. 9, 2002, ICC-ASP/1/3, p. 114.
[4] Prosecutor v.
Kambanda, Case No. ICTR-97-23-S, Judgement and Sentence, para. 40(1) (Sept. 4,
1998); Prosecutor v. Kovacevic and Drljaca, Case No. ICTY-IT-96-24,
Indictment, para. 9 (Mar. 13, 1997).
[6] Case Concerning
Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of
Genocide (Bosnia and Herzegovina v. Serbia and Montenegro), Judgment, 2007
I.C.J. 43, paras. 165, 431 (Feb. 26) [Bosnia v. Serbia].
[7] Draft Articles
on Responsibility of States for Internationally Wrongful Acts, Report of the
International Law Commission on the Work of its Fifty-Third Session, U.N. Doc.
A/56/10, art. IV (2001) [Articles on State Responsibility].
[8]
Bosnia v. Serbia.
[9] F. Roosevelt, Address to Congress on the Yalta Conference.
[10] D. Ikeda, Fulfilling the Mission: empowering the UN to live up to the world´s
expectations.
[11] D. Ikeda, Fulfilling the Mission: empowering the UN to live up to the world´s
expectations.
[12] Lion's
Roar of Queen Srimala Sutra.
[13] T. Makiguchi, The geography of human life.
[14] Lion's
Roar of Queen Srimala Sutra.
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