Defensa
Budista de la Razón Utópica
La Espiritualidad
Budista es un Camino extraordinario en el mundo, porque representa una derrota
profunda para el materialismo de los pueblos, abriendo simultáneamente una
promesa de un mundo pacífico, justo, culto y ecológico. Esto significa que la
metafísica y el nihilismo no contribuyen al bienestar y desarrollo de la sociedad,
sino que únicamente lo hacen los valores espirituales. A diferencia del
capitalismo salvaje y el comunismo autoritario, el Camino Medio creado por
Gautama encarna la sabiduría compasiva (prajña-karuna) de los pueblos elegidos,
defendiendo los Derechos Humanos y la Libertad de expresión como
características indispensables para la evolución de la democracia verdadera. El
Maitriyana es esta alternativa genuinamente socialista y libertaria que critica
a la demagogia populista de los gobiernos autoritarios obsesionados con el
Poder. Así, la Espiritualidad Budista no es un espacio de diálogo intelectual,
sino que más bien apunta a la conversión mística de la humanidad, facilitando
su transformación y evolución a través de una Utopía socialista, comunitaria y
liberadora de los pueblos, transmitiendo los valores del pacifismo, la justicia
social, la educación democrática y la armonía ecológica como elementos
indispensables para la gran revolución de la Tierra Pura. Si bien muchos pueblos han creído en utopías, la
mayoría se han visto desilusionados porque los medios para llevarlas a cabo no
han sido correctos o adecuados. De este modo, el Maitriyana se distingue por
sobre el resto de los movimientos sociales de la historia, contribuyendo a
crear un clima de transformación política, económica, cultural y
medioambiental. Este Nuevo Orden Radical presupone la Utopía de la Unidad de la
Humanidad, la cual es la Gran Cura (Maha Nirvana) a los males de la guerra, la
pobreza, la ignorancia y la contaminación. Esta comprensión o visión de que el
futuro del ser humano es la construcción de una civilización socialista
libertaria es lo que moviliza a la Espiritualidad Budista a buscar la conversión espiritual de los pueblos,
promoviendo la democracia directa como fundamento de una sociedad
auténticamente dialéctica, pero también transmitiendo la práctica contemplativa
como reconciliación con el aquí y ahora. Pero esta conversión espiritual del mundo no significa un proceso religioso
sino más bien un regreso revolucionario a los valores protectores de la vida, confrontando
al egoísmo, dualismo y consumismo como fuerzas contrarrevolucionarias que
generan una sociedad espiritualmente corrupta. En efecto, la Liberación de la
humanidad es un Camino que condena tanto al estatismo como al mercantilismo,
pues ambos oprimen la libertad intrínseca de los pueblos. En cambio, el
Maitriyana se apoya en los ideales de la generosidad y solidaridad, impulsando democráticamente
a la sociedad a comprender que el verdadero poder sólo se alcanza a través de
la paz y no por medio de las armas, defendiendo y garantizando el pleno acceso
a la Libertad, Igualdad y Fraternidad entre todas las personas. En definitiva,
el verdadero desarrollo de las potencias mundiales no es la acumulación de poder
ni de dinero, sino que más bien se trata del establecimiento de medios
adecuados de vida. De esta manera, la Espiritualidad Budista concuerda con
Camus en el hecho de que los medios son los que justifican a los fines y no al
revés, pues los medios inadecuados e incorrectos ciertamente corrompen y
ensucian todo tipo de fines. Esto significa que existen medios adecuados para
llegar a la Liberación, lo cual según el Maitriyana es la gran enseñanza de
Gautama. Sin embargo, la conversión
espiritual de los pueblos no es una transformación ideológica, sino que es
la experiencia de políticas globales
basadas en la paz, la justicia, la educación y la ecología, pues se trata de un
desarrollo político, económico, cultural y medioambiental que acerca a los
países a la felicidad de una vida más libre, igualitaria y fraternal, al mismo
tiempo que los aleja de una vida de codicia, odio y engaño. La Cura (Nirvana) a
los males del mundo no está en desarrollar sistemas materialistas, que
justamente han empobrecido y violentado a la Madre Tierra (Gaia), ni tampoco se
encuentra en retroceder a los viejos esquemas metafísicos, sino que la solución
radica en instaurar una reforma espiritual universal que perfeccione a la
humanidad de forma constante, nutriendo las conquistas democráticas con una
intensa vida mística que amplia cada vez más el horizonte de la humanidad,
estimulando la generosidad y solidaridad como relaciones fundamentales entre
los ciudadanos. Únicamente los valores de la tolerancia y la ecuanimidad
permiten al ser humano no dañar a los demás seres vivos y elegir su Propósito
(Dharma), evanesciendo oportunamente el destino de autodestrucción que impone
la civilización capitalista a todos los seres vivos.
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