Defensa Budista de la Democracia Verdadera
En la civilización capitalista la
adquisición de riqueza material parece ser un valor más importante que el de la
democracia. De hecho, los gobiernos suelen considerar a ciertas prácticas
democráticas como actos conspirativos, llegando incluso a realizar persecución
política, económica y cultural hacia aquellos que piensan distinto y se
expresan libremente. Esto implica que el significado de la democracia verdadera
no es simplemente el sistema de elecciones
limpias que posiciona en el Poder a los gobiernos a través de contundentes
triunfos electorales, sino que más bien es el ejercicio de principios éticos y
socialistas que son prodemocráticos.
La Espiritualidad Budista define
a la democracia como un sistema político, económico y cultural de Libertad que
lucha continuamente contra la perversión del Poder. De este modo, la teoría
metapolítica de la Espiritualidad diferencia a los ideales democráticos de los
meros procesos electorales que son periódicos,
competitivos y abiertos, pues la democracia verdadera no es la garantía
de elecciones sino la intervención directa del pueblo en los programas y
decisiones de gobierno, superando así las desventajas y desigualdades que
sufren los individuos más oprimidos. En definitiva, el maestro espiritual
afirma que todo aquello que no cumpla con los valores de la Libertad, la
Igualdad y la Fraternidad no es democrático. El sufragio o las elecciones
abiertas son entonces el punto de partida básico de la democracia, pero no su
aspecto central o núcleo legítimo, el cual es el acuerdo, la responsabilidad y
la participación activa en la toma de decisiones. Una práctica suficientemente
democrática no puede ser llevada a cabo cada dos o cuatro años y sin importar
lo que ocurre en el medio, sino que debe haber un control constante del pueblo
sobre quiénes están en el Poder. Para la Espiritualidad Budista, la democracia
verdadera se diferencia de la ilusión y el engaño de la democracia electoral,
pues no alcanza con ganar elecciones transparentes para ostentar una
legitimidad democrática. Para ello se deben asegurar las condiciones básicas de
la Libertad, Igualdad y Fraternidad del pueblo durante los períodos
interelectorales, regulando al Poder Ejecutivo a través de los poderes
Legislativo, Judicial, Periodístico y Popular. Esto implica que no deben
existir prohibiciones para la expresión de la sociedad y que debe haber una
libre circulación de fuentes de información alternativas a las gubernamentales,
pues el cuestionamiento hacia la versión oficial es un signo de salud
democrática. Al mismo tiempo, la Espiritualidad Budista apoya la independencia
de cada uno de los poderes del Estado, protegiendo el cumplimiento de la paz,
justicia social y derechos humanos. Sólo el imperio de la ley ética puede
proteger a la ciudadanía de la opresión gubernamental. En concordancia, el Ser
Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) diferencia el origen electoral de un gobierno con respecto al ejercicio democrático, pues mientras el
primero es una muestra de respaldo, en cambio el segundo es su legitimación.
Así, la democracia verdadera es siempre un respeto
por los Derechos Humanos, en lugar de una dictadura de la mayoría que cree que puede hacer cualquier cosa
tras tener el apoyo electoral. De esta manera, la Espiritualidad Budista
denuncia la baja calidad democrática que existe en muchísimos regímenes del
mundo, criticando incluso a muchos que han surgido del voto popular. La calidad
democrática está compuesta por el funcionamiento independiente del gobierno, la
justicia y la legislación, simultáneamente garantizando el control efectuado
por parte de la ciudadanía a través del periodismo y la expresión crítica
libre, lo cual permite ejecutar políticas públicas que responden al bienestar
del pueblo.
En la Espiritualidad Budista se
propone una democracia verdadera que tiene la capacidad de llevar adelante elecciones
regularmente, no con el fin de elegir a representantes sino con el objetivo de
participar en la toma de decisiones a nivel nacional e internacional, pues
ningún gobernante se encuentra más apto que cualquier ciudadano ordinario. De
esta manera, el maestro espiritual critica la legitimidad democrática de muchos
gobiernos del mundo, quienes carecen de un buen ejercicio democrático aunque
cumplan con los requisitos mínimos de legalidad para la obtención del Poder. La
Espiritualidad Budista califica entonces de pseudodemocrático
a un país en el que el gobierno o poder ejecutivo controla directa o
indirectamente a los poderes legislativo y judicial y realiza un control o
persecución sobre la mayoría de los medios de comunicación masiva. En este
sentido, se denuncia que muchos países con un sistema electoral democrático
carecen de un ejercicio genuinamente democrático, desplegando un brutal poder
gubernamental que se asemeja al de los monarcas o dictadores. Por ende, la
misión del Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) es luchar por la
democracia verdadera para toda la humanidad, denunciando al engaño
gubernamental y al malfuncionamiento de la justicia para traer Libertad,
Igualdad y Fraternidad a todo el pueblo.
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